Mañana.

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Cuando Archie entra a casa, no le sorprende ver a Tony guardando restos de lo que parece la cena en contenedores de polipropileno, mejor conocidos como Tupperware. Su papá está del otro lado de la isla, colocando los platos sucios dentro del lavabo. 

—Buenas noches. —saluda y ambos pares de ojos cae en él.

Escucha los alocados latidos de corazones en esa habitación y se pregunta sí tanta emoción es por su visita. — ¡Archie! —saluda un animado Peter, alcanzándole con velocidad. — ¡Creí que no vendrías!

Su padre lo abraza con facilidad, reparte besos sobre su frente y mejilla. Y antes que el derroche de amor continúe, Archie se aclara la garganta. —Lamento la hora, pero llovió la mayoría del camino y yo-

—No vienes solo. —aclara Tony acercándose a saludar, aunque claro, el abrazo no es tan efusivo como el de Peter. 

—Eso. —Archie hace una seña y por el umbral de la puerta aparece Damián, sus pecas parecen brillar aun más en la oscuridad. —Los padres de Damián tuvieron qué salir de viaje y yo-

—Eres bienvenido, Damián. —interrumpe Peter sonriendo e invitando a pasar al sonrojado muchacho. — ¿Tienen hambre?

Al recibir un efusivo sí por parte de ambos, Peter escapa a la cocina e inicia a preparar dos decentes platos para los adolescentes. Así puede estar a un par de metros de distancia de Tony, regular su corazón, fortalecer sus piernas, ordenar su mente. 

— ¿Qué estás haciendo? —murmuró mientras notaba como la distancia se reducía lentamente. 

—Solo pídeme que me detenga. —pidió Tony Stark a centímetros de alcanzarle. —Pídelo y lo haré.

Pero su aliento está chocando contra sus propios labios y Peter no tiene la fuerza de voluntad para detenerlo, no puede y sí es sincero, no quiere. 

El ruido del microondas indicando que los alimentos se han calentado, lo trae de nuevo a la tierra. Coloca ambos platos sin mayor tardanza y regresa al frigorífico, le falta servir las bebidas y el postre. Y mientras busca los vasos adecuados, su mente deja de escuchar la conversación.

Es cálido, por supuesto. Es un contacto casi fantasmagórico, está casi seguro que no existió. Pero Tony se arriesga, presiona un poco y Peter abre la boca. Entonces ya no es cálido, es caliente, abrumante. Es una suave caricia sobre sus labios, son escalofríos adormeciendo cada parte de  su cuerpo, es su corazón deteniéndose por una breve fracción de tiempo.

— ¡Genial! —exclama Archie cuando repara en el postre. —No sabes que alegría me da que no sea de calabaza. 

— ¿Qué tiene el de calabaza? —pregunta genuinamente curioso Damián.

— ¡Es asqueroso! —declaran Archie y Tony al mismo tiempo. 

Los ojos de Peter buscan al mayor. Está del otro lado del comedor, recostando el peso contra el desayunador y toma copiosamente del vaso de whisky que sigue en su mano. Cuando sus miradas se cruzan, Peter no puede evitar la vergüenza y se sienta a prisas para tratar de disimular. 

— ¿Dónde dices que dejó de llover? —Tony retoma la conversación y Peter agradece la distracción, aunque no mucho.

Está al borde la silla, un solo movimiento y se caerá. Aunque ya lo hizo, la lengua de Tony serpentea sobre su labio inferior, pidiendo permiso para entrar y Peter no es quién para negar tan educada solicitud. Abre más la boca y jadea. 

El contacto es insolente, grosero. Su propio musculo es succionado por el ajeno y aunque la impresión lo golpea, las manos de Tony detrás de su cabeza lo aseguran en su sitio, lo hace elevar la cabeza y darle mayor accesibilidad a aquella caliente intrusión. 

De noches estrelladas. [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora