Hubieras.

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No es que ame la rutina. Pero hay algo relajante en despertar por los balbuceos de una despierta Morgan, quien ya es capaz de gatear y sentarse por su propia cuenta. Ella la ve con amor desmedido y su corazón se expande en felicidad. Le gusta el aroma a pura inocencia que la rodea.

Y aunque le encantaría que su primer alimento sea una decente taza de café, tiene que tomar leche con cereales y probióticos mientras Morgan hace la primer toma. La fortuna es que después de, le siguen las papillas que su bebé está aprendiendo a consumir. Así que mientras Morgan usa la papilla como mascarilla y el plato como sombrero, Peter sí procede con su café y un elaborado sándwich de jamón, arúgula, tomates y queso. 

Peter se adapta y sobrevive. 

Existían épocas olvidadas donde corría con Archie porque ambos se quedaron dormidos y apenas tenían tiempo de medio desayunar sándwiches fríos y leche de caja. Luego tenía que correr a su empleo en la librería, o en la cafetería, o donde sea que tuviera el horario disponible para poder ir y venir con Archie.

Luego, cuando la noche llegaba y su pequeño rubio se marchaba al mundo de los sueños, Peter se deslizaba por la ventana y salvaba a New York de irse al desastre. 

Eran épocas agitadas, donde apenas se detenía para tomar una decente ducha. Donde tenía que estirar el dinero hasta limites inimaginables, donde temía partirse en miles de pedacitos y nunca ser suficiente. 

Y luego, como May le decía, las cosas encontraron su orden.

Cada cierto tiempo alterna su atención entre la portátil, donde trabaja en la actualización de un dron vigía, y entre Moony que se divierte convirtiendo la papilla en más papilla. —Eso debe ir a tu boca, Moony. —le comenta divertido mientras aparta uno de los cabellos que se ha pegado a su frente. —Pero es tu comida, puedes ingerirla como quieras.

¿Qué si extraña su vida nocturna? Sí, definitivamente. Nada como balancearse por la ciudad, sentir el aire filtrarse debajo de la máscara. Aportar a la sociedad, ser un buen ciudadano. Pero Peter, adaptándose, sabe que ahora lo más importante es ser un buen padre.

Han pasado una semana desde que Archie se marchó de nuevo a la universidad. Un par de días desde que armaron el árbol de Navidad en compañía del animado Damián, la intensa tía Olivia y por supuesto, Tony Stark. 

Peter no puede olvidar el sentimiento de felicidad cuando vio a su hijo, el pequeño gran Archie, reírse en voz alta en compañía de su papá. Sí Peter hubiera sabido que Tony Stark no se pondría tan loco al saber que tenía descendencia, tal vez le hubiera dicho antes, no hubiera privado a su hijo de compartir con su otro padre tantos años. 

Pero no existen los hubieras.

—Eres un jodido niño malcriado. —ruge Tony.

— ¿Qué pasa, anciano? ¿Es demasiado para ti? —contesta Archie.

— ¡Voy a enseñarte a respetar! —Y Tony se lanza al ataque.

Y aunque solo discutían por quién pondrían la estrella al árbol, eran tan apasionados, competitivos, desvergonzados e iguales, que Peter solo se aseguraba de poner a Moony en un lugar lejano y a salvo. Aunque claro, Moony se unía a ellos con carcajadas e intentos de aplausos.

—No es como si entendiera, ¿verdad? —la tranquila mañana de Peter se interrumpe. —Buenos días, Peter.

—Buenos días, Olivia. —contesta sin ánimo.

La visita se había extendido más de lo que su escasa paciencia tenía permitido. Pero Peter se obligaba a continuar siendo un buen anfitrión, no por él, sino por Moony y por... Morgan. Sabe que la relación entre ambos hermanos estaba lejos de ser buena, pero comprende que Moony es todo lo que le ha quedado a Olivia y no tiene el corazón para decirle que ha sido suficiente.

— ¿Cereal otra vez? —dice la mujer inspeccionando lo que Moony intenta comer. — ¿No deberías empezar ya con las frutas? 

—Está empezando la dieta. —mastica.

—Sí, pero creo que no deberías limitarla a un solo alimento-

Peter deja de escuchar. Su móvil ha vibrado y una fotografía ha llegado. Es Tony Stark, le muestra su más reciente proyecto de neuroprótesis. El millonario tuvo que viajar a Los Ángeles, una importante inauguración del hospital más moderno de toda la Costa Oeste. 

— ¿Peter? —insiste Olivia.

Deja el móvil y se gira hacia los enormes ojos marrones de Morgan. —Ven acá, pequeño saltamontes, mereces un decente baño.

— ¿Te importaría si lo hago yo? —Olivia le intercepta antes de salir de la cocina. 

Peter, por instinto, cierra el agarre en Morgan. — ¿Crees que no soy perfectamente capaz de bañar a mí hija?

Olivia endereza la espalda y lo estudia demasiados segundos. —No soy tu enemigo, Peter, no siempre tienes que estar a la defensiva. Sí te digo las cosas, es porque-

—Disculpa, fue solo un pensamiento. —le corta antes que inicie con sus largos discursos. —Claro que puedes. 

Ella asiente y toma en brazos a Moony, quien ya no se rehúsa a dejarse llevar.

Hay rencillas, sí. Un par de comentarios cruzados y una docena de comentarios con dobles intenciones. Pero no será siempre, por Dios que no, se irá en una semana más, se irá lejos y aparecerá un par de días cada puñado de años y Peter será feliz.

Mientras limpia el desastre de papilla y recoge los escasos trastos sucios, tocan la puerta. Peter junta las cejas, quién podría ser sí las únicas personas que lo visitan, por no decir la única, entra como Juan por su casa. Así que da pasos apresurados y se sorprende que se un hombre disfrazado de cartero.

— ¿El señor Peter Parker? —pregunta monótono.

—Sí. 

—Queda notificado. —sentencia mientras le entrega un sobre larguísimo. 



De noches estrelladas. [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora