Muere.

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Tony Stark pasa la noche completa en su taller. Junta todos los reportes que los vagabundos le han dado, une los resultados del algoritmo que pronostica ataques, verifica cámaras de seguridad y da un vistazo a sus delincuentes de confianza.

Pero nada. Entonces modifica sus satélites, que la busquen en todo el maldito país y las zonas de alrededor. Prepara más satélites si es necesario, pero tiene que encontrarla porque ese larguísimo juego del gato y el ratón le está hartando, y todos saben lo que sucede cuando Tony Stark se desespera.

A media madrugada, para espantar el sueño, se toma una refinada botella de whisky escoses y la acompaña la mitad de otra cuando no hace su efecto. Cuando las cosquillas inician, sonríe. Extraña su soledad, su vida de autodestrucción llevaba un buen ritmo y ahora está atorado.

Se traslada al sofá, termina la segunda botella con un largo trago y deja que los mareos le arrastren. Que la vertiginosa sensación lo adormezca, deja que su cerebro se detenga, que solo se hunda en una espiral de incomprensión. Que solo sea un gigante hombre solitario, aburrido y destructivo.

- ¿Tony? -se niega a abrir los ojos. -Sé que estás despierto.

Es una voz extraña. Suave, un poco grave y con rastros de juventud. Es Peter Parker.

-Tony. -insiste.

Los abre despacio, mareado por el rápido efecto del alcohol y los horribles luces azules de su taller que se niegan a dejarlo en total oscuridad. Está a unos centímetros de su rostro, su respiración golpea su mejilla.

-Tony. -repite.

Parpadea y no está, es su imaginación. Niega despacio, maldice y jadea. Se gira totalmente contra el respaldo del sofá, dejará que el alcohol lo lleve a lugares donde no existe nada, ni siquiera el. Su pesadilla favorita, donde no es nada, solo una profunda oscuridad y un ruido absoluto, sin las pulsaciones de su corazón, sin el torrente del virus dentro de su cuerpo.

Pero cuando llega ahí, aquel espacio negro, sin luz, ni ruido, ni fin, ahí esta él, con un suéter celeste y las manos cruzadas sobre su vientre. No hace nada, solo está de pie, juzgándole con sus acusadores ojos cafés. Pasivo, sereno.

-Hey amigo, ¿no piensas comer? -es Archie, trae un sudadero verde oliva y le ve con la nariz arrugada. -Dios, apesta alcohol.

-Uhg, ¿Qué hora es? -pregunta mientras estira sus piernas que crujen por la incómoda posición en la que ha dormido.

-Son las dos de la tarde, ¿estás bien? -en los bonitos ojos de Archie hay genuina preocupación.

A Tony le cuesta lidiar con Archie. Su altura, inteligencia, madurez y carácter hacen que se olvide que es un crío próximo a los dieciséis años. Un adolescente que trata de llevar una vida normal, siendo un super humano. Que también lleva un duelo, que se prepara para ser un hermano mayor, que es una versión de un Stark pero gentil y cariñoso.

-Sí, yo-

-La has estado buscando. -concluye Archie dándole un vistazo a todo lo que los hologramas muestran. -Te está tomando tiempo, ¿no?

-No sé como lo hace. -confiesa mientras entierra la cabeza contra sus manos, agobiado por la jaqueca.

-Estoy seguro que no tiene un lugar fijo.

-En eso estamos de acuerdo.

-El desplazamiento constante es lo único que tienes, ¿no? -Archie sigue leyendo los hologramas. - ¿Qué tal sino está en tierra firme?

- ¿Qué dices?

-La buscas por todo el país, en las alcantarillas y posibles lugares. -el niño sigue husmeando entre toda su información. - ¿Nunca te has puesto a pensar que lo más seguro que llego al país por el océano y qué posiblemente siga ahí?

De noches estrelladas. [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora