IVY:
Yo no era una interesada bajo ningún término pero, de serlo, habría estado brinquitos de felicidad por ser amiga—o casi—de Quinn Holt.
Había reservado tres habitaciones en un hotel cinco estrellas. Tres habitaciones. En un hotel. Lo que significaba que pasaríamos la noche en la ciudad, lo que significaba que no tendría que ver a mi madre en todo un día. Amaba a Quinn. ¡La amaba!
Ni siquiera tenía muy buenos motivos—solo que iríamos a una fiesta y, como nadie querría, o podría, conducir hasta Edvey, había sido lo más lógico para ella. Me imaginaba que gastar dinero para Quinn era lo mismo que respirar. ¿Tres habitaciones en un hotel cinco estrellas solo para dormir unas horas después de una fiesta? Claro, cosa de todos los días.
Para pasar el tiempo, nos quedamos en una de las habitaciones. Heather y Dita estaban sentadas en una de las dos camas, mientras que Olivia y Matt habían elegido el suelo. Desde llegar, yo estaba parada a un costado de la puerta, incómoda. Fue peor cuando comenzaron a hablar de ropa.
—Yo no he traído nada —dijo Olivia, recostándose contra los pies de la cama—. Pensé que era broma lo de la fiesta.
—¿Por qué bromearía sobre eso? —replicó Quinn, agachada del otro lado del cuarto junto a las mochilas de todos.
—¿Por qué estarías invitada a una fiesta en una ciudad que no conoces?
Quinn estiró una mano, palma hacia arriba, como diciendo "¿no es obvio?"
—¿Porque me llamo Quinn Holt?
Olivia sacudió la cabeza.
—Ojalá pudiera usar mi nombre como explicación de todo —murmuró antes de ponerse en pie.
Se acercó a donde estaba Quinn, y Dita no tardó en seguirla, las tres sentadas entre las mochilas.
Mientras empezaban a hablar sobre la ropa, decidí sentarme en la cama para disimular mi invisibilidad. No era como si ellas me hicieran sentir así—de hecho siempre era todo lo contrario—, solo que a veces las dudas sobre si de verdad solo era un proyecto de caridad en nombre de mi hermano me ganaban. No necesitaba a Heather señalándolo para saber cómo podía ser, sobre todo cuando nadie nunca se me había acercado con las intenciones de ser mi amiga antes que yo a ellos. Mucho menos personas interesantes, que lo tenían todo, como lo eran Quinn, Olivia y Dita.
Matt se acostó en el suelo con su celular. Suponía que oír hablar sobre ropa no era lo más entretenido para él. Me senté en el extremo opuesto a Heather, quien también estaba concentrada en su celular, la espalda erguida y los hombros rectos en su postura perfecta de siempre.
Heather alzó la vista hacia mí por un momento. No era justo que solo eso bastara para ponerme nerviosa. Ni siquiera tenía algo para compararlo, más allá de que se parecía a lo que sucedía en mi estómago antes de dar un examen importante. Como si fuera a vomitar, o dejar de respirar, lo que no tenía sentido—solo era una mirada.
No sabía qué tenía que me atrapaba tanto, que me atraía a su órbita como un imán. Podía ser cómo parecía no importarle ni interesarle en lo más mínimo la opinión de los demás; cómo hacía lo que quería, bueno o malo—en especial lo último—, con completa seguridad de sí misma. Podía ser que lucía como alguien sobre quien se escribían canciones, esa belleza inexplicable. Podían ser sus brillantes ojos azules con un sigilo semejante al de un gato, en contraste con lo oscuro de su cabello, y el rojo con el que siempre pintaba sus labios. Hacía que yo quisiera escribir esas canciones que en universo paralelo existían sobre ella.
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Cenizas de Promesas (#1.5)
Teen FictionCOMPLETO. Libro narrado por todos los personajes de El Manuscrito luego del final.