aviso: menciones de suicidio
IVY:
Mi madre estaba sentada en la mesa de la cocina junto a Matt, con mi tía en frente. Había papeles sobre la mesa, mi madre con sus lentes para leer, y Matt con su ceño fruncido y de brazos cruzados.
Tomé un paso atrás apenas ver la escena, solo para chocar contra Heather. Matt alzó la vista en ese momento, sus ojos ampliados con sorpresa, y negó con la cabeza, como si me estuviera diciendo que no entrara.
—Mira quién ha decidido venir —se mofó mi madre.
Me miró por sobre sus lentes. Deseaba estar exagerando por mi temor, pero el odio que me encontré en sus ojos era habitual. A veces creía que era porque ya no me consideraba su hija; otras, porque precisamente era su carne y hueso.
Volví a intentar retroceder en mis pasos y, esta vez, Heather colocó sus manos en lo bajo de mi espalda.
—Ivy —dijo mi tía, quien había girado a medias en la silla para vernos—. ¿Se divirtieron?
Tragué saliva antes de asentir, hesitante. Pasé la vista entre los tres, hasta decidirme por enfocarme en mí tía. Con sus rizos castaños atados desprolijamente con un bolígrafo, los aretes gigantes en forma de corazón y su fácil sonrisa, siempre me preguntaba cómo podía ser la hermana de mi madre.
—Te compré algo —dije, mi voz pequeña. Aunque significaba perder el tacto de Heather, me acerqué a la mesa para extenderle la bolsa que llevaba a mi tía.
—No te doy dinero para que lo gastes en estupideces —se metió mi madre.
—¿Cómo sabes que es una estupidez? —Mi tía sacudió la cabeza, ofreciéndome otra sonrisa al aceptar la bolsa.
—Porque ella lo compró.
Esperaba que Heather se lo tomara como una broma.
Mi tía apoyó la bolsa sobre la mesa y tomó el paquete. Rio con emoción al desenvolverlo y encontrarse con un enano nuevo.
Luego de comprar té, habíamos pasado por una casa de artesanías. Heather había pagado por el enano como por todo lo demás, a pesar de que había protestado. Aunque, al salir, nos habíamos besado en una esquina oculta y a oscuras, y había aprovechado para deslizar un par de billetes en el bolsillo de su abrigo sin que se diera cuenta.
Mientras mi tía tiraba de mí para dejar un beso en mi mejilla, miré hacia Heather. Se había movido para apoyarse contra la barra, los brazos cruzados haciendo que todas las bolsas se apretaran entre sí, y también me miraba fijamente. Sin saber por qué, sentí sangre correr a mis mejillas, por lo que devolví mi atención a mi tía.
—¿Preguntaste el nombre al vendedor? —ella preguntó.
—Era una chica —respondí al sentarme en la silla que apartó a su lado—, y por supuesto.
Mi tía tenía la costumbre de nombrar a sus enanos en honor a quien se lo vendía. Mi madre decía que era estúpido e infantil, pero yo creía que era bonito.
—¿Ves? —mi tía giró hacia ella—. Nada estúpido. Tu hija me acaba de hacer la persona más feliz de esta casa.
Nada difícil de lograr, pero me lo callé.
—Como si necesitaras más enanos —mi madre siguió quejándose.
Mi tía la chistó.
—Ya está lloviendo como para amargar el día todavía más. —Siempre le decía eso en los días de lluvia, y, cuando era uno soleado, le decía que se guardara su amargura para cuando lloviera. Así, ningún día la dejaba hablar mucho. Tomó la calculadora que tenía a un lado de una taza vacía y cambió de tema—: Entonces. ¿Por qué columna íbamos?
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Cenizas de Promesas (#1.5)
Teen FictionCOMPLETO. Libro narrado por todos los personajes de El Manuscrito luego del final.