HEATHER:
Le envié un correo a mi padre. Decía:
"Soy Heather Collins. Tu hija, y la persona con la que hablaste en un café hace un tiempo, si es que te acuerdas de cualquiera de los dos sucesos.
Tengo diecinueve años. Estoy en mi segundo semestre de Abogacía, y no podría estar más feliz con lo que estudio. Todavía no sé qué rama seguir, aunque creo que quitarle todo el dinero posible a malos esposos y malos padres me haría muy feliz.
Me gusta tocar el piano e ir al teatro. Correr y, cuando nadie me ve, intentar bailar. He descubierto que también me gusta conducir, en especial si son distancias largas. Creo que el invierno es la mejor estación, pero amo nadar e ir a la playa. No tengo muchos amigos, aunque podría ser peor. Mi cuñado, mi hermanastra, y dos chicas en la universidad. Y una chica en España. Y Mamá.
Tengo una hermana de seis meses. Solo quiero que crezca para ver si será parecida a mí o le han tocado los malos genes. Tiene los ojos de mi hermanastra, así que ya ha perdido un poco.
Hace nueve meses que estoy en pareja. Bueno, si cuento desde el momento en que le dije que estoy enamorada de ella. Para mí, son un par más.
Este año ha sido el primero de mi vida donde no he buscado amor donde no me correspondía. Donde no lo he forzado. Donde casi no he pensado en ti, o al menos no con la desesperación de antes.
A pesar de ello, no soy como tú, y no puedo fingir que no existes. Si un día quieres, podemos encontrarnos en ese café frente a tu trabajo (no te preguntes cómo sé esa información.) Si no me respondes el correo, seguiré adelante con mi vida. Pero mi novia me dijo una vez que no me quede con la duda y, tras meses, he elegido hacerle caso."
Cerré la pestaña y bajé a cenar cuando mi madre me llamó. Esperaría la respuesta con calma.
Solía pensar que necesitaba a mi padre para sentirme completa.
No era así.
Me sentía más feliz que nunca, y no había nada que necesitara más que lo que ya tenía.
———
IVY:
Le sonreí a mi amigo antes de alejarme remando sobre mi tabla.
Esperé a la ola perfecta y, al encontrarla, remé rápidamente. Al ponerme de pie y apropiarme de la ola, sentí la descarga de adrenalina que había encontrado en el océano.
Tras terminar la secundaria, estaba aprovechando mis últimos meses de vivir en la playa para aprender a surfear. Por mi padre y el verano en que había comprado tablas para niños. No había llegado a enseñarme, pero me acompañaba cada vez que entraba al mar.
Las primeras veces, había resultado en moretones en las rodillas y demasiada agua tragada. Enormemente aterrador, atrapada en el fracaso. Con la práctica, ahora lograba mantenerme de pie.
Con el ruido encapsulándome, solo podía ser consciente del agua y mi propio cuerpo. De músculos que no sabía que existían, de la capacidad que tenía. De lo mucho que podía hacer con mi cuerpo, y qué tan gratificante podía ser.
Con cada ola que convertía en mía era un paso más cerca de algo. ¿El qué? No lo sabía, y eso era lo emocionante.
Ya no estaba en las afueras del mundo, viendo a los demás pasar. Me atrevía a aprender cosas nuevas, a conectar con gente de verdad, a llorar sabiendo que no sería mi fin.
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Cenizas de Promesas (#1.5)
Teen FictionCOMPLETO. Libro narrado por todos los personajes de El Manuscrito luego del final.