Capítulo 22.

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HEATHER:

Tenía una filosofía de vida infalible.

Frente a una amenaza a mi sexualidad por parte de una chica, ir a follar con el chico más cercano en su vida.

Ahora, podía ser que sonara un poco insano, pero era más normal de lo que parecía.

Nunca me había sentido peor que después de que Ivy me besara. Incluso reconocer que estaba enamorada de Olivia palidecía en cuanto a grado de amenaza.

Podía pensar en Olivia, desearla y quererla, pero nunca salía de mi imaginación. Nunca la había tocado, ni ella a mí. No había posibilidad de que algo ocurriera entre nosotras, por lo que no había consecuencias a mi fantasía más allá de mi propio dolor. No era real. Estaba enamorada, pero seguía sin ser real. Una excepción que no significaba nada.

No era bisexual. Que me gustara una chica no significaba que me gustaban más.

No sabía cómo encajar a Ivy en esa lógica.

Solo sabía que había dejado que pensamientos que ni siquiera quería tener se hicieran realidad, y ese era un error que no volvería a cometer. Por lo tanto, por supuesto, el día después de la cosa prohibida sobre la que ya ni siquiera pensaría, fui a la casa de Matt.

No era como si lo estuviera usando. Había estado con él antes de Ivy. Era el único que me importaba, el elegido para mi plan. Todo era un ochenta por ciento moral desde siempre.

Además, él me había enviado un mensaje diciendo que ni su madre ni su hermana estaban en casa. ¿Y qué se suponía que debía decirle, si no era "estoy yendo"? ¿"No, gracias, tengo un partido de ajedrez que jugar contra mí misma. Ah, y de paso, tener sueños sobre tu hermana"?

Me puse un bikini, até mi cabello en lo alto de mi cabeza, me puse protector labial de cereza—que a veces me hacía sentir más linda que un propio labial—, y me miré al espejo, asintiendo para mi reflejo, hasta que me sentí lista para salir. 

En el camino, seguí intentando prepararme. No era como si Matt me hubiera dicho "ven a follar", pero era bastante claro lo que quedaba debajo de la invitación a la piscina. Y nosotros nunca habíamos llegado tan lejos, ni en cuanto a estar solos ni lo otro. Besos, toques—nada que me volviera loca.

Pero eso era lo que necesitaba. Acelerar las cosas, dejar de perder tiempo, ocupar mi cabeza con lo que importaba. No más Ivy.

Al aparcar frente a la casa de Matt, rocé levemente mis labios con mis nudillos.

Esa cosa prohibida, si la pensaba, la podía seguir sintiendo en mi boca. Si me perdía en el recuerdo, todavía podía saborearla.

No más Ivy. Salí del auto.

No me había dado cuenta de qué tanto pensaba en ella hasta ahora, cuando debía frenarme al hacerlo.

Cuando Matt abrió la puerta, me decepcioné por un muy breve instante. Habría sido genial si Ivy hubiera estado en casa. Verme con su hermano cuando la noche anterior me había besado tan convencida de que la deseaba. Justo en su cara, por idiota.

No. No todo lo que hacía debía ser pensando en cómo reaccionaría ella al verme.

Matt cortó sandía en un plato antes de ir a la piscina.

—¿Dónde está tu perro? —pregunté cuando no cerró la puerta del patio.

—Ivy se lo llevó.

Me había estado preguntando dónde estaba Ivy desde que Matt había dicho que no estaría en su casa. Ella no tenía una vida como para salir. Suponía entonces que estaba en el parque.

Cenizas de Promesas (#1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora