IVY:
No vi a Heather por cinco gloriosos días y pretendía que continuara así por el resto del verano.
Antes, habría sido imposible ignorarla porque, además de la posibilidad de que apareciera en mi propia casa en cualquier momento debido a Matt, podría haber quedado excluida del grupo de amigas. Sin embargo, como ya pertenecía a este, podía rechazar invitaciones a la casa de Olivia sin temor y en cambio sugerir que saliéramos por el pueblo.
No vi un pelo de ella en el parque, ni Olivia ni Dita la nombraron. Si notaron que la estaba evitando, no lo mencionaron en toda la semana.
El sábado por la tarde, entré al café donde habíamos acordado vernos las tres y miré alrededor con prisa, siendo que hacía media hora que debería haber llegado. En mi defensa, Señor había estado necesitado de caricias y tenía que compensar haberlo abandonado por el viaje—usualmente lo llevábamos a la playa con nosotros, pero no había habido lugar. Habíamos llevado a la estúpida de Heather en vez de al ser vivo más bueno del mundo.
Irritada por la aparición de su nombre en mi cabeza, me adentré en el café, buscando entre las mesas que a esa hora estaban repletas. Había dos lugares de confianza en Edvey: el de los '50, y este, con más éxito en el verano. Era una gran casa antigua que la dueña había convertido en café. En la entrada había un piano en el que hacia la noche había presentaciones; había plantas por doquier, cuadros ya fuera de flores o de gatos, y en general un ambiente hogareño. También había mesas en el patio, donde terminé encontrando a las chicas.
No fue la visión de Dita la que me congeló en mi lugar, a medio camino de la mesa. Fueron esos ojos celestes, que se convertían en cristales al llorar.
El rostro de Heather estaba en blanco. No había ni siquiera la sombra de una sonrisa ladeada, una chispa en sus ojos, como había habido al principio de todo—aquella que decía "sé que te molesta que esté aquí y lo disfruto, porque a mí me molesta tu existencia en su totalidad." Su cabello estaba atado en una coleta, sus labios pintados de rojo. Llevaba, por lo que podía ver, una camiseta de tirantes negra con estampado de pequeñas cerezas. Sus clavículas se hallaban desnudas, sin rastro del collar de la luna. Lo que era lógico; yo había tirado el mío.
Al suelo, para recogerlo a los diez segundos y guardarlo en una caja. Pero la intención era lo que contaba.
Dita, a su lado, agitó la mano, lo que me quitó de mi estupor. Inspirando hondo, crucé el tramo que me quedaba hasta el fondo del patio con una sonrisa. Para mi desgracia, debí sentarme en la silla directamente frente a Heather, con Olivia junto a mí.
—Lamento la tardanza —dije a forma de saludo, girando la cabeza para ver a Olivia—. ¿Ya ordenaron?
Esperaba que mis ojos le estuvieran gritando "traición." Ellas no sabían que lo mío con Heather—lo que fuera que había sido—había acabado. Sí que habíamos peleado.
—Te estábamos esperando —respondió Dita—. Iré a buscar alguna mesera, que con tanta gente que hay tardarán en volver a vernos aquí.
—Yo iré —la frené alzando una mano y me paré rápidamente.
Regresé adentro antes de que pudiera protestar y me dirigí a la barra. Había pasado un total de diez segundos frente a Heather y ya buscaba excusas para alejarme.
¿Para qué había venido? Tenía que saber que me vería. ¿O lo que había hecho no le parecía suficiente? ¿Buscaba arruinarme otro día, hacerme sentir incómoda con mis amigas?
Busqué hasta dar con una mesera que me mirara a los ojos para pedirle los menús, que tomé de sus manos para llevarlos yo a la mesa. Con tanta gente que había, debía estar estresada con su trabajo y no tenía sentido que hiciera el viaje extra para llevar los menús. Me dijo que era una dulzura, por lo que regresé con una sonrisa a la mesa.
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Cenizas de Promesas (#1.5)
Teen FictionCOMPLETO. Libro narrado por todos los personajes de El Manuscrito luego del final.