Capítulo 64.

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IVY:

Me desperté al mismo tiempo que Heather. Era mediodía, y me dio la opción de bajar a buscar el desayuno con ella, o esperarla.

En otro momento me habría gustado probar si lo decía de verdad, pero elegí la segunda opción. Necesitaba algo en el estómago antes de enfrentarme a la situación. Salió a revisar la casa, regresó para avisarme que su madre había salido y Vicente estaba en la cocina, y volvió a irse a por el desayuno mientras aproveché a escabullirme al baño. Luego volví de puntas de pie a encerrarme y me senté en su cama.

No podía creer que estuviera aquí. Al terminar de cenar, me había acobardado y casi le había pedido que me llevara al hotel de mi madre. No solo por mí, sino también por Heather.

Quería una familia, un hogar, y no encontraría eso conmigo.

Entendía que tampoco lo haría siguiendo lo que su madre quería para ella, por lo que no iba a alejarme, y a la vez no creía que tenerme aquí fuera la mejor opción. No quería que saliera herida por una pelea que podría haber sido evitada.

Le estaba enviando un mensaje a Matt para saber qué tan pronto podía pasar por mí, cuando la puerta se abrió. Mi corazón se aceleró hasta que vi que, detrás de la enorme bandeja, solo estaba Heather. Se acercó con una sonrisa no característica y la dejó en la cama frente a mí, para sentarse del otro lado. En la bandeja había dos tazas, un plato con una porción de pastel de chocolate enorme, dos tenedores y dos vasos de jugo de naranja.

Solté una carcajada.

—No hagas tanto ruido —chistó Heather en voz baja—. Vicente está abajo.

—¿Y no sospecha nada con todo esto?

—Le dije que tengo mucha hambre y no tengo ganas de hacer dos viajes para servirme más cuando termine. Es un hombre, así que se lo creyó.

Mi celular vibró sobre mi rodilla, diciendo que tenía un mensaje de audio de Matt. Me lo llevé a la oreja para escuchar, esperando que dijera que me quedaban como máximo dos horas en este lugar.

Como siempre, sucedió lo contrario a lo que quería.

—¿Qué pasa? —inquirió Heather.

Me pasé una mano por el rostro, intentando disimular mi expresión. Cuando el mensaje de Matt terminó, me quedé unos segundos de más con el celular en la oreja, pensando qué hacer.

—Matt ya está aquí —murmuré—, pero no regresará a Edvey hasta mañana. Cuando terminemos de desayunar, ¿podrías llevarme al hotel de mi madre? Le voy a pedir la dirección.

—No.

Alcé la vista del celular. Heather estaba seria.

—¿No? —repetí.

—No hay chance de que te deje con tu madre. Te quedarás aquí. Sin excusas —advirtió cuando abrí la boca, señalándome con el tenedor—. Soy mejor opción que tu madre y lo sabes. Además, ni siquiera nos hemos besado todavía.

Mi rostro se descompuso.

—¿Besarnos? ¿Estás loca? No volveré a besarte en toda la vida.

Pinchó un trozo de pastel con una sonrisa que no me gustaba en lo absoluto. Luego se puso de pie y se fue diciendo que lo solucionaría, dejándome de brazos cruzados.

Estaba dando una muy equivocada impresión pasando el tiempo con ella, lo entendía, pero realmente jamás volvería a besarla. Tal vez había estado cerca de hacerlo la noche anterior mientras la tocaba como una poseída, y eso no significaba que volvería a suceder. De hecho, que estuviera aquí demostraba lo desintoxicada y libre de Heather Collins que estaba. Si fuera la misma tonta de antes, sintiendo un millón de agujas clavándose en mi estómago solo por pensar en ella, no podría haber dormido en su cama.

Cenizas de Promesas (#1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora