OLIVIA:
Tenía una cita.
Mientras me veía al espejo, vistiendo lo que Dita y Quinn habían elegido para mí, seguía sin creer que tenía una cita. En una hora, estaría en una cita con un chico. Yo, Olivia Stacey. La primera cita de mi vida no planificada por mí con el único propósito de inspirarme para escribir un libro de romance. La primera cita real. Una cita, yo.
—¿Entonces me quedo con esto? —le pregunté a Dita, girando a verla.
Ella estaba sentada sobre la tapa bajada del retrete, con un pie apoyado en el borde de la tina a su lado para pintarse las uñas de azul. Su lengua se asomaba por un costado como si fuera la tarea más ardua, hasta que se estiró para verme y darme un recorrido de arriba a abajo.
Me habían elegido uno de mis vestidos veraniegos que aún no había usado en todo el viaje—o en mi vida, si mi memoria no fallaba. Era azul, ajustado a mi cintura y abriéndose hacia abajo, donde acababa en mis muslos, acariciándolos con una suavidad que me hacía querer sacudir la cadera solo para sentir la tela. No había muchas opciones, al no haber empacado algo que mediara entre la ropa de día y la discoteca, por lo que habíamos hecho lo que podíamos.
Mi cabello había crecido poco más allá de mis hombros, y el aire de playa lo ondulaba aunque fuera recto naturalmente. Todavía no estaba maquillada, y mis mejillas y mi nariz estaban enrojecidas por el sol. La chica que veía en el espejo parecía gentil, amable. No tenía idea de por qué mis amigas pensaban que era la adecuada para una cita, pero encontré que no me importaba lo que fuera a pensar el chico, porque yo no odiaba mi reflejo. Si bien la realidad no podía ser más distinta, me gustaba lucir como lo hacía por un día.
—Estás muy linda, Liv.
Rodé los ojos, pero sentí una pequeña sonrisa traicionera extendiéndose por mi rostro.
Estaban sucediendo dos cosas muy extrañas en mi vida: tendría una cita, y me sentía—muy extrañamente—feliz. Aunque no me gustaba la idea de la cita y solo la tendría a pedido de Dita, no quitaba lo segundo, que nada de correlación tenía.
Desde hablar con Dita en la playa, la distancia que había sentido entre nosotras en el último tiempo parecía haber aminorado. Estábamos muy lejos de resolver nuestros problemas, a ella en especial le quedaba un largo camino por atravesar hasta hacer las paces con la pérdida de Hunter, pero al menos ya no me apartaba por ello.
Saber que le avergonzaba hablar de su muerte conmigo, que pensaba que no era justo por tratarse de mi hermano, además de que se culpaba por el accidente, rompía mi corazón a la vez que hacía mi sangre hervir de furia con el universo por hacernos esto. Era suficiente que hubiéramos perdido a alguien de la manera en que lo habíamos hecho, ¿por qué también teníamos que distanciarnos? ¿Sufrir en silencio, en soledad, en vez de llorar en el hombro de la otra y ayudarnos mutuamente?
Intentaba recordarme que el duelo causaba actos sin sentido, cuando pensaba en que mi mejor amiga me había creído capaz de culparla por la muerte de Hunter. Dolía que me viera tan fría, pero dolía todavía más que ella se creyera responsable.
Le había dicho que, de ahora en adelante, jamás dudara mi apoyo. Porque yo nunca dudaba ni dudaría de brindárselo. A esta altura, "mejores amigas para siempre" no era solo una frase trillada que usábamos como niñas sin idea de cómo la vida podía separarte. Era una promesa seria.
Era difícil llegar a ella cuando estaba tan sumida en su duelo y su culpa, pero esperaba que esta vez sí me escuchara.
Quinn se asomó por la puerta del baño y también me miró de arriba a abajo, dándome una sonrisa al regresar a mis ojos.
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Cenizas de Promesas (#1.5)
Teen FictionCOMPLETO. Libro narrado por todos los personajes de El Manuscrito luego del final.