Capítulo 19.

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HEATHER:

Por veinte minutos, hubo la pausa más extraña en mi vida.

Por veinte minutos, lo único que existió en el mundo fue Ivy tocándome.

Inesperadamente, Ivy era como un calmante. No olvidaba ni por un segundo que la odiaba, pero, a la vez, lo que estaba haciendo evitaba que pensara en todo lo demás, en lo malo. Así que la dejaba.

Las caricias, a medida que yo me calmaba, se habían ralentizado hasta solo ser toques con las puntas de los dedos, casi en el aire. Debía estar pensando en cualquier otra cosa, a juzgar por cómo se sentía como si solo estuviera dibujando distraídamente sobre mi piel. No me atrevía a mirarla para comprobarlo, en cambio enfocándome en la madera oscura de la mesa.

Ambas sabíamos que ya no necesitaba consolarme, pero ni ella se apartaba, ni yo le decía que lo hiciera. Como si le hubiéramos puesto una pausa a la vida, solo me senté allí con Ivy a mi lado.

Pero la peor parte era que no estaba solo sentada allí inocentemente.

Esperaba que Ivy no pudiera ver mi piel erizada, ni notar cómo mi respiración se atrapaba con cada círculo nuevo que trazaba, tampoco que por el silencio y su cercanía pudiera oír los latidos acelerados de mi corazón. Cómo doblaba mis manos alrededor de mi celular para abstenerme de posar una sobre la de Ivy, o cómo estaba haciendo un esfuerzo consciente por no cruzar las piernas con fuerza. Porque su tacto podía ser el de una pluma, pero lo sentía hasta la médula.

No tenía la menor idea de qué me estaba sucediendo, por qué me sentía electrizada. Como si alguien tuviera mi corazón en su puño, y de pronto mi estómago se contraía. Un poco como si estuviera en una montaña rusa, lo que era ridículo, porque solo eran roces.

¿Cómo podía sentir ese tipo de adrenalina a la vez que me traía la calma suficiente para dejar de llorar?

Habría estado muy feliz tan solo quedándome allí inmóvil sintiendo cosas que no comprendía, pero Ivy, por supuesto, debió cagarla abriendo la boca.

—¿Quieres hablar? —Sonaba tan casual como si lleváramos veinte minutos, que sabía por el tiempo que marcaba mi celular desde haber recibido los mensajes de Olivia, conversando sobre algo trivial. Negué con la cabeza—. ¿Dormir? —Volví a negar. Abrí la boca para decirle que lo mejor sería que me fuera, cuando ella se apresuró a agregar—: ¿Quieres ver una película? Quinn me dio toda una lista de recomendaciones antes de irse y me aburre verlas sola.

—No —dije, hosca.

Se había acercado a mí en un momento en que yo había estado totalmente concentrada en otra cosa, por lo que podía perdonarme por haber caído en no rechazarla. Sin embargo, ahora que hablaba por primera vez, quitándome de mi estupor, ya no tenía excusa para estar siendo así de débil.

No quería estar cerca de ella, ni hablarle, ni dormir en su casa, ni mucho menos ver una película juntas. Había venido aquí por Matt.

Me pasé el dorso de una mano por debajo de los ojos, secando los residuos de mis lágrimas.

—¿No vas a al menos explicarme por qué estás aquí? —insistió.

—Ya te lo he dicho.

—Bueno —dijo con simpleza, alzando la barbilla—, no te creo.

—Claro. ¿Y entonces por qué? ¿Por ti?

—No. ¿Tal vez por lo que sea que te hizo llorar?

—No seas idiota —espeté sin poder contenerme—. ¿Para qué vendría aquí a llorar? ¿Sabes qué? No importa. Me voy.

Cenizas de Promesas (#1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora