HEATHER:
No tenía la menor idea de qué estaba haciendo.
Y me gustaba.
Quizás era porque no sabía qué estaba haciendo, que me gustaba tanto.
Empezaba a creer que mi vida se definiría por un antes y un después de Ivy. Antes, sabía exactamente qué hacer para que un chico me mirara, así fuera una sonrisa, una mirada, un toque—sabía a la perfección qué y cuánto dar de mí para que cualquiera me siguiera, para que estuviera conmigo hasta que yo pasara al siguiente. Llegaba a ser tan aburrida, lo predecible de todo, sumado a que el acto en sí era tan falso. Me gustaba conseguir la atención de un chico, sí, pero luego de eso, me aburría con facilidad. Besar a alguien no era emocionante, el sexo no era de otro mundo—me gustaba lo previo, no lo que sucedía al conseguir lo que quería.
Con Ivy, me gustaba todo—lo quería todo. Nada era suficiente.
Después de ella, me temía que no volvería a sentirme así. Sonaba ridículo pensar que estaba hecha para alguien que no fuera Ivy, no cuando era la única en hacer mi corazón latir.
De todos modos, no tenía que pensar en el después. Todavía la tenía a mi alcance.
Besándonos en un callejón oscuro, una de mis manos contra la pared a un lado de su cabeza, la otra rodeando su cintura. Las manos de Ivy entrelazadas detrás de mi cuello, atrayéndome a sí. Ni un centímetro entre ambas—no quería separarme, nunca. Solo quería más y más y más.
Llevé la mano que rodeaba su cintura por sobre mi chaqueta de cuero hacia dentro, amoldándome por sobre la fina tela de su ropa, el calor de su cuerpo haciéndome sentir como si estuviera tocando piel directa.
Tracé un lento círculo con mi pulgar en su costado y la sentí estremecerse. Afirmé mi agarre. Ivy era un sueño del que no tardaría en despertar y, cada vez que la tocaba, debía aferrarme a ella, temerosa del momento en que la perdiera.
Rompí el beso, solo para susurrar, mi mejilla presionada contra la suya:
—¿Tienes la menor idea de lo difícil que es estar lejos de ti? —Sentí sus caricias en mi nuca, haciéndome tragar un suspiro—. ¿Y lo mucho que me hiere estar contigo?
—¿Yo te hiero? Lo único que haces es odiarme.
—Me duele —confesé—, porque no puedo estar contigo. Y no estar contigo es un tormento. Tengo que luchar todos los días para no verte, ni tocarte, ni besarte, cuando lo que en verdad quiero en el fondo, es luchar por ello. —Me incorporé lo mínimo para verla a la cara. Sus ojos eran dos pozos negros, sus facciones oscurecidas por la sombra que yo hacía con mi cuerpo. Alcé una mano a su rostro y acaricié su mejilla con mis nudillos, casi en el aire—. Quiero lo que no puedo tener —finalicé, algo de ironía en mi voz.
Porque aquí estaba, finalmente admitiéndolo. Quería estar con ella. Seguía detestándola con cada fibra en mi cuerpo, pero la deseaba con la misma intensidad.
—Puedes tenerme —replicó en un susurro.
Pero no, en realidad no podía. Tenía demasiado miedo—no sabía exactamente de qué. Por eso se sentía como si Ivy fuera un sueño. Jamás dejaría que lo nuestro llegara demasiado lejos, no podía dejar que se volviera más que un par de besos en noches de desesperación.
¿Qué significaría para mí que Ivy fuera real? Deseaba que mi mente no se resistiera tanto, pero la verdad era que no sabía qué hacer.
¿Por qué era cómo era? Y no me refería solo a la probabilidad de que me gustaran las chicas, sino al porqué, si eso era cierto, de no poder aceptarlo. ¿Por qué tenía que fracasar en cada aspecto de esto?
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Cenizas de Promesas (#1.5)
Teen FictionCOMPLETO. Libro narrado por todos los personajes de El Manuscrito luego del final.