Capítulo 36.

1.4K 266 972
                                    

NOAH:

Olivia,

Anoche no pude escribirte porque estaba demasiado cansado. Y tú dirás, ¿cansado de qué? Si solo soy un fracasado cuya única tarea en la vida es, justamente, escribirte por las noches. Entonces yo te diré, algo se salió de la rutina ayer.

Empezó igual que siempre. Mi gato me sigue despertando a las seis de la mañana en punto, a pesar de que ya le he dicho que me está haciendo arrepentir de no haberlo dejado en Edvey. Porque es imposible volver a dormir una vez que me despierta, me fui a duchar. Cuando regresé, tenía unos veinte mensajes seguidos de Quinn, porque al parecer nadie le ha enseñado a decir todo lo que quiere decir en una oración, y en cambio tiene que poner una palabra por mensaje. Y porque se sigue olvidando de la diferencia horaria.

Me dijo que compró un pasaje de avión.

Al principio, pensé que viajaría aquí y ya me estaba preparando para salir al aeropuerto a frenarla. Pero resulta que no es así.

Si no es conmigo, es contigo—ella misma dijo eso. De hecho, dijo algo peor. Piensa que es nuestra hija, nuestra, es decir, tuya, Olivia, y mía, y que somos su padres divorciados.

Te ruego encarecidamente que, apenas la veas, la lleves a terapia. Ya tengo un bebé que cuidar, así que de ella encárgate tú.

Una vez que Quinn te nombró, estuve completamente despierto. Inquieto casi. Apenas terminó de amanecer, tomé mi abrigo y salí a caminar. Caminé por horas, en dirección contraria a lo usual, y solo frené cuando me topé con una librería. Parezco tener un don para encontrar librerías pequeñas, con el aroma a libros viejos impregnando cada rincón. Hay una en Edvey, cerca del parque; era de mis lugares favoritos donde pasar el tiempo cuando todavía no quería llegar a casa. Siempre quise llevarte.

He estado pensando en eso últimamente, en todos los lugares que quería visitar contigo, así fuera la esquina más sencilla y conocida del pueblo en el que hemos vivido durante toda la vida. Como el lago, ¿recuerdas el lago al que fuimos apenas nos conocimos, donde te llevé para ayudarte con tu bloqueo al escribir?

Recuerdo que fue la primera vez que te vi luego de la noche en la discoteca—en la ciudad, no sé si sabes de lo que hablo. Recuerdo esa noche porque no había estado esperando encontrarte, pero a la vez una parte de mí había estado deseando hacerlo. Si veía cabello corto, pensaba que eras tú. Si oía una voz suave, me ilusionaba por un momento hasta darme cuenta de que no eras tú.

Estabas hermosa esa noche.

La primera vez que te vi después de eso, me sorprendí al encontrarme con una expresión nueva en tu rostro. Parecías triste. No del todo allí.

Claro, no tuviste ningún problema al decirme que era desagradable y creo recordar que también amenazaste con reportarme con la rectora por ir contigo al vestuario. Extraño esos tiempos.

No sé señalar exactamente cuándo me enamoré de ti. Ni siquiera sé cuándo empecé a caer. Sé que, la primera vez que viniste a mi casa, cuando te sentaste allí en la cena a mentir para callar a mi padre, se aceleró el proceso. Sé que, las primeras horas de tu cumpleaños, cuando fui a decirte que ya no te odiaba y tuve que decir que no significaba que te quería para que no te asustaras, mentí. No sé si en ese momento era consciente de que estaba mintiendo, pero ahora es tan obvio. Después, por la noche, cuando debimos ir al hospital, te veía sentada a mi lado, ausente, sin hablar, pero aferrándote a mi mano en cada momento. Solo quería quitarte el dolor, traspasarlo a mí y sentirlo al doble si era necesario, mientras que tú ya no lo tuvieras. Cuando te di la noticia de que tu madre estaba bien, estabas tan desesperanzada que no me creíste. Te veías tan rota esa noche que mi pecho dolía, y supe que lo que fuera que sentía por ti, no se iba a ir. Desde ese momento, lo único que podía hacer con ese sentimiento era dejarlo crecer.

Cenizas de Promesas (#1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora