Capítulo 51.

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no sé si se acordarán, pero un 3/12 fue la graduación de noah y olivia <3 estoy teniendo una puntería últimamente con los días en que me toca subir algunos capítulos. disfruten. 

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NOAH:

Eran las siete de la mañana y estaba desayunando enfrentado a mi gato.

Como era usual, también estaba lamentando haber decidido tomarme un año sabático antes de empezar la universidad. Resultaba que era digno de mi título como egresado de Magni Electi; la fama de adicto al estudio no se había salteado mi persona.

A pesar de ser temprano, tenía mi computadora sobre la mesa de la cocina con la página de la universidad abierta. Debería haber sabido desde un comienzo que pretender estar un año sin estudiar era demasiado. Solo un mes y ya estaba perdiendo la cabeza. Por lo tanto, estaba investigando otra vez. Tenía que esperar a que el primer semestre estuviera acabando para inscribirme en la universidad, por lo que todavía me quedaban largos meses de no hacer nada. Aun así, ya estaba armando mi horario para mi primer semestre y había encontrado los textos que se utilizaban en las clases, por lo que podría comenzar a leerlos, de quererlo. Además, estaba intentando definir mi segunda carrera—estaba entre abogacía y contaduría.

Era una mañana estratégicamente organizada para que no existiera la chance de tener un pensamiento fuera de lo planeado. Es decir, no podía pensar en Olivia.

Entonces, mi celular empezó a vibrar. Quinn estaba llamando.

Era de madrugada donde estaba ella. Le había dicho que podía llamarme a cualquier hora si necesitaba hablar. Algo debía haber pasado.

Nada, absolutamente nada, ni siquiera haber pasado por algo similar hacía tan poco tiempo, podría haberme preparado para oír la voz de Olivia del otro lado de la línea. En esa ocasión, durante unos cuántos intentos por obtener respuesta realmente había creído que era Quinn, o que algo le había sucedido. Luego, a medida que el tiempo había pasado y seguía sin oír nada del otro lado, una parte de mí se había preguntado si podía llegar a ser Olivia. Pero me había dicho que no tenía sentido.

Hasta que Afrodita había atendido uno de mis intentos por saber qué había sucedido, y lo había confirmado. Le había cortado, ido a lavarme la cara, y regresado a sentarme en mi cama, viendo mi celular fijamente. Lo había tomado, buscado entre los contactos hasta llegar a Olivia. Y casi había llamado.

Quizás, había pensado, se había quedado en silencio en la llamada porque quería hablarme, pero no había podido hacerlo. Y, mi desesperación haciendo que olvidara todos los motivos por los que no debía volver a hablar con ella jamás, solo había podido pensar en que era todo lo que quería, también. Hablarle. Solo una vez más, sobre lo que fuera. Así llamara para insultarme, para decirme que me odiaba—o, en mis más ilógicas imaginaciones, para fingir por tres minutos que seguíamos siendo los de siempre; que no había espacio entre nosotros.

Había contenido la necesidad. Si no me había hablado, sabiendo que era yo, no podía llamarla y forzarla a hacerlo.

Ahora, aquí estábamos. Ella había decidido llamarme. Y no sonaba como Olivia en lo absoluto.

Había pasado de que su voz temblara, a que sonara ahogada, a que pudiera imaginar sus lágrimas como si la tuviera frente a mí. Oía lo que decía, le respondía, pero una parte de mí no terminaba de comprenderlo. ¿Quería saber de qué me arrepentía? Por poco había olvidado que aquella Olivia a la que hablaba en mis cartas no era la real, por lo que no sabía todo lo que le había dicho. Lo último que sabía de mí era mi despedida.

Cenizas de Promesas (#1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora