Capítulo 33.

1.5K 266 907
                                    

HEATHER:

Algo extraño estaba sucediendo.

Estaba sentada a horcajadas sobre Ivy mientras le pintaba los labios. ¿Era necesario sentarme sobre ella para eso? Suponía que no. Era todo culpa de Dita, en realidad—ella se había estado acercando a Ivy para pintarle, dejándome sin más opción que intervenir.

Se había ido para maquillar a Olivia, y entonces yo había hecho lo lógico: había cerrado la puerta, tomado el labial, y acercado a Ivy, sentada al borde de la cama.

Suponía que en realidad lo lógico habría sido ir al baño u otro lugar con buena luz, porque la de la habitación era una mierda, pero eso no habría dejado lugar para sentarme sobre ella, así que ni siquiera lo había tomado como posibilidad.

El tema era que Ivy estaba vestida de rojo, y su cabello estaba suelto, cayendo hasta los hombros más rizado de lo normal, y simplemente se veía demasiado bien como para que Dita tuviera el privilegio de verla de cerca.

A veces, se sentía injusto que alguien más que yo pudiera ver a Ivy.

—Listo —dije al terminar con el labial. Dejé caer mi mano, pero no me aparté.

Ivy abrió los ojos. Estábamos tan cerca que algo apretaba en mi estómago.

—¿Es el que te regalé? —preguntó, en medio susurro.

Ladeé la cabeza, conteniendo una sonrisa. La vista de Ivy bajó a mi cuello, ahora descubierto al mi cabello haberse movido.

—No, pero tal vez podrás probarlo antes de que termine la noche.

Lentamente, su vista llegó a mis labios que, por supuesto, estaban pintados de rojo—con el labial que ella me había regalado. Me di cuenta de que me había inclinado hacia ella cuando ya era demasiado tarde, y mis labios rozaron su mejilla.

Mierda. No se suponía que acabaríamos así. No tan pronto, al menos.

—No es gracioso —Ivy susurró.

—No es una broma.

Aunque sí lo era, por supuesto. No la dejaría besarme. Desde luego.

—Estás enferma —siguió con el tono ligeramente cortante que, si debía admitir, no le quedaba mal. A la vez, puso una mano sobre mi cadera.

Sin estar segura de qué me había poseído, me incliné más, forzando a Ivy a arquear la espalda y lanzar la cabeza atrás. Y luego, hice algo muy extraño. Muy, muy extraño. Muy.

Bajé la cabeza y presioné un beso sobre el cuello de Ivy. Su mano se afianzó sobre mi cadera, pero no dijo nada. Me aparté solo un poco, viendo que lo más leve del rojo de mi labial había quedado en su piel. Para dejar una marca verdadera, tendría que probar en otra ocasión, cuando el labial estuviera recién aplicado.

Al enderezarme, intenté no reír. Solo estaba jugando con ella, por supuesto.

—Solo estoy siendo generosa... —Un golpe a la puerta me cortó a media oración.

Antes de que alguna respondiera o pudiera reaccionar siquiera, la puerta se abrió.

—¿Qué hacen que tardan tanto? —preguntó Matt, adentrándose en la habitación.

Estaba viendo a su celular, por lo que no notó cómo estaba sentada. Con un salto de mi corazón, me salí de encima de Ivy, arrastrándome hasta sentarme a su lado.

¡Matt! —chilló Ivy. Casi salté sobre ella otra vez a asesinarla, porque gritándole solo logró que alzara la vista antes, pero me contenté con acomodarme mejor, tan lejos de ella como me daba el tiempo—. ¡No puedes entrar sin permiso!

Cenizas de Promesas (#1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora