HEATHER:
Todas parecíamos querer morir.
Luego de que Olivia comprara dos plantas sin explicar el motivo, fuimos hacia el hotel de Quinn. Prefería regresar a la casa con Ivy, estar a solas y asegurarme de que estuviera bien, pero ella eligió seguir a Olivia por el camino contrario sin hesitar.
En el hotel, choqué con Ivy de la sorpresa ante la imagen que nos recibió. Dita, sentada en la gran cama, luciendo como si acabara de llorar la vida entera.
Olivia no pareció sorprenderse. Se adentró en la habitación, sujetando la bolsa con las plantas como si se tratara de una bandeja, y anunció:
—Te he comprado plantas. Una vez dijiste que hacen feliz a la gente, así que he comprado dos para más efecto.
Y lo dijo con tal seriedad que me pinché la nariz para evitar reír. Dita no pareció encontrar la misma gracia en la situación. Solo parpadeó. Algo malo tenía que haber sucedido para que no saltara a abrazarla, delirante de la felicidad, como siempre.
—Te lo dije —la voz cantarina de Quinn provino del baño, a donde había corrido apenas abrirnos la puerta, solo vestida con una bata.
—¿Qué dijo? —preguntó Olivia.
Dita se humedeció los labios, acomodándose en la cama.
—Que no estás enfadada conmigo.
Recordé entonces que Olivia, al encontrarse con nosotros, había estado llorando. No le había prestado atención con tantas cosas que había en mi mente.
Ella, pareciendo romper contra la inseguridad que la mantenía a pasos de la cama, los dio rápidamente y se sentó frente a Dita.
—¿Por qué lo estaría? —soltó, como si fuera lo más ridículo que había oído en la vida—. Te dije que no fue tu culpa. Lamento haberme ido así, pero no fue por ti. Solo fue...se hizo demasiado. —Jugó con las tiras de la bolsa de plástico, haciendo ruido, hasta admitir a través de un suspiro—: No sabía que estaba furiosa con Hunter hasta que lo grité.
—¿Furiosa con Hunter? —repetí sin pensar.
Cuando Olivia me miró, me sentí diminuta, como si midiera lo mismo que Ivy.
Necesitaba dejar de pensar en ella en cualquier situación posible.
—¿Por qué conduciría estando ebrio? —preguntó Olivia. Pasó los ojos de un lado de mi rostro al otro, como si esperara que tuviera la respuesta—. ¿Por qué sería tan estúpido e irresponsable y egoísta?
Noté a Dita encogerse en su lugar, llevando los brazos a rodearse a sí misma.
—Tal vez —murmuró—, no creía estar tan ebrio.
—Mira cómo le fue con eso. —Tanto Dita como yo nos estremecimos. Si Olivia lo notó, no por ello cambió su dura expresión—. En el hospital, cuando oí que el otro auto del choque estaba bien, pensé que era injusto. Fui tan egoísta de desear que los lugares estuvieran invertidos. Sigo pensándolo aunque no esté bien. Porque la realidad es que lo injusto sería que la persona inocente en esto estuviera en el lugar de Hunter. Y no por eso digo que Hunter lo mereciera.
Sorprendentemente, entendía lo que sentía. Todo este tiempo, había estado viviendo como si hubiera una pared invisible, con Olivia y Dita de un lado y yo por el otro, en respecto a Hunter. No sentía su muerte como ellas, lo que era lógico cuando el duelo era único para cada uno. El problema era que había ciertos pensamientos o maneras de actuar que sí eran comunes para todos, que había visto en ellas, pero no había identificado en mí. Siempre que notaba que estaban pensando en Hunter, quería cubrirme las orejas y huir de la habitación. De saber lo mucho que evitaba pensar en él, lo bien que podía seguir adelante como si nada hubiera sucedido, sabía que me odiarían.
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Cenizas de Promesas (#1.5)
Novela JuvenilCOMPLETO. Libro narrado por todos los personajes de El Manuscrito luego del final.