Capítulo 48.

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IVY:

Entrar a la casa fue similar a entrar a un campo de guerra.

Solo que no lo supe hasta que fue demasiado tarde para subir mi escudo.

Desde la sala de estar se oía la voz de mi madre en la cocina. Supuse que estaba en nuestra casa para dejar comida, aunque ya nos había dejado un par de cosas por la mañana, o simplemente molestar. Mientras Matt, Heather y yo dejábamos nuestras cosas en el sofá, se oían sus risas. Al esperar a que cada uno se lavara la arena de los pies en el baño, se seguía oyendo un murmullo, no suficiente para distinguir las palabras.

Eso no era excusa para no habérmelo esperado. Todo lo que mi madre decía era malo, pero por algún motivo no había pensado en eso. Estaba bromeando junto a Matt de camino a la cocina, cuando la voz se hizo más alta. Matt siguió caminando, mientras que yo frené en seco detrás de la puerta.

—Encima de gorda —estaba diciendo mi madre, su voz dura pero con un deje hilarante, la "r" en gorda marcada con énfasis—, lesbiana. Es que me he ganado la lotería. —Y empezó a reír.

Mi madre tenía una risa escalofriante. La oía tan poco seguido que lo olvidaba, lo que solo aumentaba el miedo al hacerlo. Era una risa que salía de la profundidad de su garganta, amplia y ruidosa, cada vez más aguda.

Nunca reía por algo bueno. Las pocas veces en mi vida que la había oído hacerlo, había sido a costa de otro—generalmente yo.

Mi cuerpo se tensó. Sentí los dedos de Heather engancharse al bolsillo de mis shorts y tirar hacia atrás.

—Entremos —murmuró en voz baja, pegándose a mi oído. Tenía tanto miedo que ni siquiera sentí algo por su cercanía.

No dije nada. Me quedé viendo la pared, esperando a que mi madre siguiera hablando.

Estaba aterrorizada de qué podía ser. Con gorda podía hablar de cualquier chica que pesara más de 40 kilos. Generalmente yo. Y con lesbiana se podía referir a cualquier chica que no le agradara—sorprendentemente, nunca yo.

¿Heather no la oía? ¿Cómo podía decir que entráramos?

No podía, no hasta saber de quién hablaba. Ya era malo que estuviera usando esas palabras despectivamente, no podía poner pie dentro de esa cocina sin saber por seguro que no me estaba criticando a mí como siempre. No podía entrar indefensa.

Cuando mi madre al fin volvió a hablar, mi corazón dio un vuelco de la anticipación.

—Matt. —Su tono mantenía ese deje divertido, pero ya no sonaba cruel—. ¿Y tu hermana?

Di un paso atrás, chocando con Heather.

No, no, no. No. Me había estado portando bien. No había hecho nada para que me buscara; no cuando se había mantenido alejada luego de su discusión con Heather.

—¿Por qué? —Matt sonaba tan tenso como lo imaginaba.

—Para saber.

—En la playa, supongo.

Heather pasó a tomarme del codo. En cámara lenta, giré la cabeza para verla señalar con su mentón hacia el pasillo, pidiendo en silencio que nos fuéramos.

Mi madre soltó una carcajada que me devolvió la cabeza al frente.

—Los acabo de oír hablando en el pasillo, no me mientas.

Hubo una pausa, hasta que Matt, abandonando la tensa cortesía, soltó:

—¿Qué te importa dónde está?

Cenizas de Promesas (#1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora