Capítulo 28.

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QUINN:

Estaba sola en mi departamento.

Podría haber elegido ir a una fiesta para recibir el nuevo año, y en cambio estaba sentada en mi sofá en solo una bata de baño, una película reproduciéndose en mi gran pantalla y bebiendo champagne. Mis pies estaban subidos a la mesita baja, el esmalte de uñas secándose, y tenía puesta una máscara facial.

Estaba en la misma ciudad que ambos de mis padres por primera vez en mucho tiempo, pero, por suerte, no debía verlos, al menos por esta noche.

En el momento en que me había bajado del avión y puesto un pie en esta ciudad, mi vida había dejado de ser mía. Habría fiestas a las que cualquiera de mis padres me forzaría a asistir por las apariencias. Con un divorcio tan público, resultaba que al padre que se viera más veces con la hija sería el que el público debía apoyar. No me importaba mucho que me usaran, porque yo podía usarlos de regreso. Que al parecer hubieran dejado de considerarme como uno de los motivos del divorcio de mis padres, una pareja tan querida en los medios, para tomarme como parámetro de qué lado tomar—mi imagen estaba cambiando, y ni siquiera había hecho algo para ello.

Tenía una excelente oportunidad de manejar al público a mi favor, si aprovechaba esto. Si era inteligente.

Además, una fiesta era una fiesta y al menos tendría la oportunidad de usar vestidos bonitos. ¿Y qué importaba si me sentía sola, si también me sentía bonita?

De todos modos, por esta noche, no tenía por qué pensar en nada de ello. Tenía un descanso que no había esperado encontrar, no en Año Nuevo. Aunque debería haber supuesto que mi madre no cumpliría con su promesa de estar conmigo. Probablemente solo lo había dicho para aplacarse desde un principio, o había cambiado de opinión en favor de salir con sus amigas o lo que fuera que estaba haciendo en este momento.

Tomé mi celular a mi lado y revisé los mensajes sin leer del grupo con Olivia y el resto. Ya había pasado la medianoche allí, y Matt no paraba de mandar fotos donde estaban todos juntos—incluidas Ivy y Heather. Vi los mensajes desde las notificaciones, así ellos no sabrían que los había leído y no me vería obligada a responder hasta el día siguiente, cuando el anhelo ya no fuera mi sentimiento principal.

Lo único en lo que podía pensar era que los extrañaba, y aunque nunca lo fuera a decir porque eso era simplemente asqueroso, temía que Dita me llamara al ver que tenía mi celular conmigo y no pudiera esconderlo en mi voz.

Así que, jugar la carta de famosa y ocupada sería, como la mayoría de los días.

Tomé otro trago de mi copa, luego miré mi muñeca. Tenía un brazalete de oro con pequeños diamantes, delicado y elegante. Junto a este, tenía dos brazaletes hechos por Ivy. Uno de hilos rosas y blancos, otro de mostacillas de distintos colores, con una de un corazón en medio. Lucían fuera de lugar junto al brazalete que mi madre me había obsequiado años atrás, pero ya me había prometido a mí misma nunca quitármelos, excepto para dormir por si se estropeaban. No creía que contaran como brazaletes de la amistad, pero en mi mente lo eran. Y eran los primeros, únicos, que había tenido alguna vez, así que los atesoraría más que uno de oro.

Miré a mi alrededor, a mi departamento recién estrenado, con la mejor vista a la ciudad desde el ventanal a mi derecha, y el plasma gigante pasando una de mis películas favoritas en silencio. Todo lo que siempre había querido.

Cuando volví a iluminar la pantalla de mi celular, el reloj marcaba ser las 23:59. A los segundos, dio las 00:00.

Tomé lo poco que quedaba en mi copa, apagué el televisor y me dirigí al baño para prepararme para dormir.

Cenizas de Promesas (#1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora