HEATHER:
El único día de la semana que Olivia no tenía ningún examen, no salió de la cama hasta las siete de la tarde.
No que la estuviera vigilando o algo así, claramente. Solo era una persona observadora.
Solo fui una vez a revisar que estuviera viva.
No había nada en su aspecto que reflejara el tumulto interior por el que debía estar pasando—como siempre. Solo parecía un poco irritada.
—¿Sabes algo de Dita? —lancé mi excusa premeditada para hablarle.
—No.
—¿Matt?
—No.
—¿Has hablado con alguien hoy?
—Ares. —Enarcó una ceja ante mi bufido exasperado—. ¿Necesitas algo?
—No.
—Está bien.
Y cerró la puerta sin más, regresando a su cueva oscura.
Esa fue la única interacción entre Olivia y el mundo hasta dos horas después, cuando desde mi cuarto oí su puerta abrirse.
Yo estaba acostada en la cama con mi cabeza a los pies, sosteniendo en el aire el cuaderno que podía ser que fuera un diario. De cierta manera. Suponía. No que usara cosas como "querido diario", claro, sino más bien tendía a hacer listas. Por ejemplo, cosas que hacer hoy:
1. Arruinar el día de alguien.
2. Molestarme porque ese alguien después tiene el descaro de odiarme.
3. Ver con qué tono de rojo pintarme las uñas.
Divertido.
En ese momento, estaba en el punto tres cuando vi a Olivia. Mi puerta estaba abierta y nuestros cuartos quedaban frente a frente. Solo distinguí la sudadera negra que le llegaba hasta arriba de las rodillas. Sus piernas estaban descubiertas, asumía que por una falda, al ella odiar los shorts.
Alcé la nariz al aire, oliendo algo sospechoso.
Por lo que sabía ni Matt ni Dita habían hablado para vernos en algún lado y, además, no faltaba mucho para que oscureciera.
No se necesitaba mucha inteligencia para entender lo que yo tenía que hacer: seguirla, espiarla.
Así que me cambié y eso mismo hice.
Al haber refrescado y nuestro pueblo ser tan lindo en vacaciones, lo lógico era que todos salieran. Y con todos, me refería a aparentemente cada puta persona que vivía en Edvey. Al parecer, en especial los que tenían auto y me ralentizaban la seguidilla a Olivia. Sin poder evitarlo, la perdí unas cuantas veces. Para mi suerte, Olivia no tenía la capacidad de caminar rápido, así que su ventaja no me hizo perderla de vista.
Al dar uno de los trescientos giros de la tarde, pasamos a una zona desolada. Reconocí el camino al instante, y no porque era un pueblo en el que había vivido prácticamente toda mi vida.
Mi estómago se retorció con algo casi desconocido para mí. Culpa.
No me mentiría a mí misma diciéndome que no estaba orgullosa por invadir la privacidad de Olivia, porque no era así. Si hacía algo, lo hacía sin arrepentimientos—y lo que hacía siempre era cuestionable. O eso decían.
Aún así, cuando vi a Olivia cruzar la calle y entrar al cementerio, creí que vomitaría del mal gusto en la boca de mi estómago.
Me debatí por un segundo si salir y presentarme, si acompañarla a la tumba que pensaba que nadie visitaba, pero rápidamente lo descarté. Eso no estaba bien. Era su tiempo, solo suyo.
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Cenizas de Promesas (#1.5)
Teen FictionCOMPLETO. Libro narrado por todos los personajes de El Manuscrito luego del final.