OLIVIA:
Comencé el último día del año con un ataque de ansiedad.
Estaba en el baño alisándome el cabello, nada extraño, cuando sucedió. Se sintió repentino, pero lo único repentino fue la fuerza que cobró, porque los pensamientos que me inundaron eran los mismos que llevaba tiempo teniendo a cada segundo, solo que no eran centrales.
En un momento, me miré a los ojos a través del espejo y llegó.
Hunter. Hunter. Hunter.
Como una patada al estómago.
No está aquí. No está aquí. No está conmigo.
Es Año Nuevo y no tengo a mi hermano y mi hermano no tiene un nuevo año.
Entonces, empecé a ahogarme con el aire. Un segundo estaba totalmente normal, al otro, mi garganta se cerraba con fiereza.
Estaba comenzando el primer año de muchos sin mi hermano.
Eso era todo. No podía clavar las uñas en el tiempo y detenerlo para que la parte de mi vida sin él no fuera mayor a la que pasé conociéndolo. No podía retroceder y recuperarlo.
El mundo seguía girando.
———
—¿Cuándo dejaste de amarme? —pregunté.
Mi padre giró la cabeza para verme, cansancio en sus ojos. Lo entendía; no era el mejor tema para tocar apenas horas adentrados en el nuevo año. Mi pregunta tampoco provenía de un acontecimiento cercano en particular, como para darle una señal de que podría preguntarle algo así.
No sabía si intentar entenderlo era algo que debía hacer, lo que no me detenía de racionalizar. Nunca había sido el padre del año, pero al menos había estado allí físicamente. Hasta que, un día, había decidido que eso tampoco era algo que quería hacer, y había desaparecido por completo.
¿Qué había ocurrido para eso? ¿Qué había hecho para molestarlo tanto?
Solo quería una respuesta. ¿Qué había en mí que hacía que los demás solo pudieran amarme por un rato? Lo que fuera, quería cambiarlo. Quería ser el tipo de persona que los demás no solo amaban, sino que también preferían—alguien que me eligiera una y otra vez.
Quería ser mejor.
—¿Y? —repetí ante su largo silencio. Subí los pies al mismo escalón del porche donde estaba sentada para abrazar mis rodillas a mi pecho—. ¿O es que nunca me amaste?
—¿Por qué tu amigo tarda tanto en llegar? —evadió el tema, refiriéndose a Matt.
Lo estaba esperando en el porche, al haber una fresca brisa que calmaba el calor de todo el día. Eran las tres de la mañana, pero las casas vecinas seguían de fiesta. Matt estaba llegando con Ivy y Dita para luego ir a caminar sin rumbo; Heather esperaba dentro jugando a las cartas con Veronica. Mi padre también había estado jugando con ellas, pero había salido a sentarse a mi lado en los escalones unos minutos atrás sin decir palabra.
—Solo pregunto —regresé al tema, clavando la vista en la madera del porche, medio sumida en las sombras al estar la luz detrás de nosotros y hacer sombras con nuestras figuras—. Solo quiero saber. No cambiará nada.
Podía sentirlo mirándome. Aunque fuera mi padre, siempre había logrado intimidarme. Siempre se había sentido como estar en la presencia de un hombre más. No lo conocía.
—Claro que te amo —murmuró luego de una pausa. Sentí cosquillas en mi corazón, las que tenía en mis momentos de ansiedad—. Desde antes de que existieras. Desde el momento en que tu madre me dijo que estaba embarazada.
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Cenizas de Promesas (#1.5)
Teen FictionCOMPLETO. Libro narrado por todos los personajes de El Manuscrito luego del final.