OLIVIA:
Hacer una fogata en la playa no era nada fácil.
Matt estuvo todo el día estudiando cómo hacerlo y, al llegar el atardecer y con ello el vacío de la playa, empezamos a preparar todo. O, mejor dicho, tuvimos la intención de hacer algo hasta que todas nos aburrimos y solo quedó Matt en pie.
Me encontraba sentada en una tumbona, girada hacia Quinn, en el medio, y Dita, del otro lado. Más allá de ella estaban Ivy y Heather, solo que sentadas en una lona sobre la arena. Matt estaba a unos metros observando el hueco que había cavado como si le fuera a susurrar cómo proseguir.
—Esto es aburrido —comentó Quinn—. En las películas se saltan esta parte y van directo a cuando la fogata ya está hecha y todos bailan o pelean.
—¿Quieres que hagamos algo de eso para entretenernos? —bromeó Dita.
—También hay declaraciones de amor.
Las tres giramos la cabeza hacia Ivy y Heather.
Heather nos dio una mirada asesina, mientras que Ivy sonrió sin mucha intención. Estaba encorvada en su lugar, con un codo apoyado sobre una de sus rodillas, las piernas cruzadas, y parecía jugar con algo que no llegaba a ver. Su cabello, cuyas trenzas de la mañana había ido desarmándose de a poco hasta que ahora había más mechones fuera de los lazos que dentro, caía sobre su rostro con el viento.
Era la última noche del viaje pero, desde el estallido con su madre, no parecía disfrutar nada. Todos le habíamos asegurado repetidas veces que estábamos aquí para ella, que haríamos lo que quisiera, ya fuera cometer un asesinato o irnos antes. Lo único que me tranquilizaba era que Heather siempre estaba a su lado.
Lo más sorprendente de la preocupación de Heather por Ivy era que fuera tan clara, cuando Heather no era una persona que mostrara sus sentimientos, mucho menos los buenos. Es decir, la preocupación no era buena, pero en este caso solo significaba una cosa: Ivy le importaba y mucho. A esta altura de su vida, probablemente era la única persona en el mundo que le importaba.
Sabía que, si Ivy estaba con Heather, estaba a salvo.
—Podríamos llamar a Leo para que ayude a Matt —sugirió Dita ante la falta de declaraciones de amor. Rodé los ojos cuando me miró y jugó con sus cejas.
—Al final no nos has contado cómo fue la cita —dijo Quinn.
Me pasé el cabello por detrás de las orejas para que el viento dejara de ponérmelo en la cara y me concentré en Matt para que las chicas no pudieran leer mi expresión.
—Les he contado lo importante —hice lo posible por mantener mi voz inexpresiva—, que es que no fue nada del otro mundo.
—O tal vez te pareció así porque estabas enfocada en algo más.
Mis músculos se tensaron mientras esperé a que Quinn lo dijera. A que me delatara por llamar a Noah. Tenía que haber visto las llamadas salientes y entrantes de la misma noche de mi cita.
El familiar nudo en mi garganta al pensar en él no tardó en llegar. La llamada se había sentido como un final, uno verdadero.
Al cortar, me había dejado llorar. Me había quedado sentada sobre el borde de la tina y había llorado con tanta fuerza que mi abdomen todavía dolía de tanto contraerlo. Incluso había llegado a pensar que mi pecho se partiría. Había hecho mi mejor intento por no hacer ruido, lo que había logrado a duras penas. Lo suficiente para que nadie se despertara, al menos.
Había llorado tanto como si fuera la primera vez que me despedía de Noah. Luego, me había arrastrado a la cama y me había dormido al instante. Al despertar, me había dado cuenta de algo.
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Cenizas de Promesas (#1.5)
Teen FictionCOMPLETO. Libro narrado por todos los personajes de El Manuscrito luego del final.