Capítulo 31.

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MATT:

Por mucho que me avergonzara, Dita—la única a la que veía responsable como para confiarle mi auto—debió conducir en mi lugar cuando el cansancio empezó a hacerse más notable.

Durante el día, era la norma tener algún que otro ataque de sueño. Donde fuera que me encontrara, sin importar qué estuviera haciendo, mis ojos se cerraban tan de pronto que a veces apenas tenía tiempo de murmurar un aviso. Todos los días, por más que durmiera las horas que debía dormir por la noche, se sentía como llevara días sin hacerlo—mi cerebro jamás descansaba del todo.

Era peligroso, y debía dejar de conducir antes de siquiera sospechar que estaba por llegar, a menos que quisiera causar una tragedia.

—¿Puedes dejar de disculparte? —dijo Dita apenas retomamos el camino, justo cuando me estaba disculpando por décima vez—. Si es normal. Son muchas horas seguidas. ¿Pero te sientes bien?

Asentí en medio de un bostezo, buscando como acomodar la cabeza para dormir sin romperme el cuello en el proceso. Ivy se había pasado al lugar de antes de Dita, dejándome delante.

—Solo cansado. —Mis palabras salieron pegadas, apenas movía la lengua.

—Pareces a punto de desmayarte.

Siguió diciendo algo, pero su voz se distorsionó, hasta que me quedé dormido.

Cuando desperté otra vez, fue con un sobresalto. Se me escapó un jadeo, pensando que me había dormido al volante. Luego, miré a un costado, y los últimos minutos antes de dormir regresaron a mi memoria.

—¿Estás bien? —me preguntó Dita.

—¿Cuánto dormí?

—¿Diez minutos? —Me miró de reojo—. ¿Estás bien?

—Pensamos que te habías muerto por un momento —acotó Olivia desde atrás.

Solté una carcajada rasposa, pasándome una mano por el rostro. Solo quería volver a dormir.

—Me alegra saber que harían mucho por mí si me creyeran muerto.

—Ivy nos dijo que no era eso —aclaró Dita—, por eso te dejamos.

Miré sobre mi hombro para encontrar a Ivy, solo para acabar parpadeando con fuerza.

—¿Estoy alucinando o ven lo mismo que yo? —pregunté en voz baja. Y lo peor era que había llegado a tener alucinaciones en mi vida, así que sí que era una probabilidad.

Era mucho más razonable que creer que Ivy realmente estaba dormida con la cabeza apoyada sobre el hombro de Heather, quien también estaba dormida, una mejilla presionada contra la cabeza de Ivy.

—Vemos lo mismo —confirmó Olivia—. Solo de ver a Heather me duele el cuello.

Alzando las cejas para mí mismo, volví a girar. Yo había dormido de maneras más extrañas todavía en la vida—una vez, me había quedado dormido con la cabeza apoyada sobre el lavarropas y el resto del cuerpo doblado, parado en mi lugar.

—¿Y qué les dijo Ivy? —recordé entonces.

—Que a veces te pasa así, te duermes de pronto —respondió Olivia—. Da un poquito de miedo.

—Es narcolepsia —dije antes de poder pensarlo.

Miré por la ventana hacia la carretera en movimiento, pero algo más llamó mi atención. Por el espejo retrovisor, vi a Heather incorporándose. Debía tener el sueño ligero.

—¿Qué es eso? —preguntó Olivia, centrándome en el tema.

Claro. Cierto. Acababa de soltar mi único y muy poco impresionante secreto. Seguí viendo a Heather y cómo estaba mirando por la ventana, sin haber apartado a Ivy de encima.

Cenizas de Promesas (#1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora