48 ~ CORONA DE PIEDRAS PRECIOSAS

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Es fácil cambiar las opciones cuando eres espectador, cuando no lo vives; entonces vienen los discursos llenos de moral hipócrita, incluso llegamos a ponernos en ese lugar, pero no es lo mismo, jamás lo será. Dentro de los discursos decimos las infinitas mejores opciones que había, pero no exactamente porque es lo mejor, sino para juzgar las decisiones de los demás, para demostrarnos a nosotros mismos que no haríamos algo así porque que malo sería. Pero en el fondo sabemos que podríamos ser peor. ¿Qué hubieran hecho ustedes?, sin moral, sin creencias, sin ataduras.










—Crear una mujer única ante tus ojos, que fuera solo para ti —dije con dramatismo— Me convertí en ella y te enamoraste. Que fácil se puede volver todo cuando sabes jugar.








—Esto aún no ha terminado —dijo. Pude sentir el dolor en su voz.









—Por supuesto que no ha terminado —me reí— No así de fácil. Creyeron que por ser un simple humano no había peligro, estaba todo bajo control, pero los seres humanos somos tan fáciles de controlar, pero también somos los más crueles. No tenemos límites cuando de miedo se trata, los límites no existen cuando sale el verdadero instinto humano.







—No debimos dejarte entrar jamás a nuestras vidas y linajes —reprochó con coraje.







—No, no debieron hacerlo. Pero ahora ya es muy tarde.







Serví una copa de vino y bebí un poco al tiempo que cerraba mis ojos gozando el exquisito sabor.







—Los juegos de ajedrez son divertidos, a los jugadores que logran la victoria y son maestros se les considera unos grandes prodigios. El verdadero juego es en la vida real; observar el principio del juego, ver tus piezas y comenzar a moverlas porque depende de esos movimientos obtener la victoria o perdición —me acerqué tocando su rostro con delicadeza— Resulta que soy un prodigio, pero los que tienen el poder raramente lo mencionamos. Pues la prudencia es la clave de mucho.








Corte la distancia entre nuestros rostros casi tocando nuestros labios.








—Sabes que soy la perdición, aun así deseas que yo te pertenezca. Tu cuerpo y ojos delatan el desacuerdo con tus palabras y la lucha de no sentirlo —vi sus labios y después su mirada— Bésame —ordené bajo— Quizás un beso me demuestre lo que sientes por mí y me haga querer estar contigo. Bésame, Zander.









Pensó por un momento mientras me cruzaba con la mirada. Tomo mi cintura contra él y me beso desesperado, con pasión y también con enojo.








—Oh vez lo débiles que pueden llegar a ser —me solté del agarre con una risa burlona y triunfante— Es divertido cuando no saben que están dentro de un juego, pero más divertido cuando están conscientes de ello; así sabemos que vamos moviendo piezas por piezas. Ahora estoy jugando, y mi pieza anhela que no sea un juego y sea realidad, pero como no serlo si por mucho tiempo trabajé para cumplir mi deseo de verlos peor, mucho peor de donde yo y mi familia estuvimos.







Guarde silencio para apreciar el ruido de fondo; corazones, ideas, sueños rotos. Me dirigí a un gran mueble donde estaba guardada una corona con piedras preciosas, una corona invaluable en comparación con las del mundo y sus circos de aristocracia, clases y estatus. La tome en mis manos y la coloque sobre mi cabeza y voltee a verlo con delicadeza.







—La corona es mía — proclamé— Pero me temo que a las joyas ya se les pasó su tiempo. Es hora de quitarlas una por una...tú eres la primera en dejar de brillar.







Volví acercarme y a besarlo, esta vez un poco más, esta vez sosteniendo su labio inferior en los míos.







—El veneno es el método de las mujeres —lo vi. Con profundidad— También el amor lo es. Me temo que tu vida terminará por el veneno de una mujer y solo yo tengo la cura. Pero por ser mi piedra preciosa preferida no permitiré que sufras.









Relamí mis labios y me alejé hasta llegar a la salida mientras sus ojos se cristalizaban derramando una lágrima. La verdad no supe exactamente por qué, si por amor, dolor o ira. Fuera lo que fuera no detendría su muerte, pues el veneno estaba haciendo efecto quitando el oxígeno. Quite el dije en mi collar y bebí el antídoto. Después saqué un arma de un mueble decorativo y apunté hacia su corazón. Él lo hizo nada, ni siquiera intentó defender.








—La joya de la corona ha caído.






Dispare.

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PSYCHO | (bilogía mentes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora