62 ~ TARDE DORADA.

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—Aquí están los sándwiches, están deliciosos —mamá me recibió.

Estaba sentada junto a papá, su brazo de él rodeaba sus hombros con mucho amor. Tome un sándwich y le puse fruta con helado lo cual mis padres notaron, pero no dijeron nada, solo observaron; era normal que hubiera cosas nuevas, ya que me gustaba probar lo que conocía por el mundo.

—Definitivamente, nadie jamás hará mejor los sándwiches que tú, mamá —comencé a comer.

—Hija —soltó una risa— Solo son unos panes.

—Los recuerdos, esos son los ingredientes especiales —completo papá.

De pronto dejé de ser Siren, la mujer adulta y me convertí únicamente en la hija de papá y mamá. Ellos comenzaron hablar como si nada importara, pues el lugar juntos, era el lugar feliz, donde era nuestro lugar seguro. Cada uno había atravesado un camino repleto de espinas que los demás desconocíamos, pero de cierta manera, el estar aquí y ahora, nos demostraba que estaba bien, que todo estaba bien.

Cada uno había terminado ciclos y luchas para llegar a tener la paz y felicidad que ahora teníamos, éramos felices.

Al terminar la comida, fui a donde mamá y me recosté sobre sus piernas mientras papá seguía abrazándola a ella. Su mano se comenzó a deslizar por mi cabello, que daba un tacto tranquilizante.

—Siempre habrá un camino por donde regresar aquí, hija —papá habló de la nada— Zander también lo sabe.

—Gracias, papá —agradecí— Gracias a los dos por todo, por aceptarme desde un principio como su hija, por darme una familia.

—Jamás te aceptamos, por qué siempre has sido nuestra hija —papá me miro— No olvides que tu canto de sirena es nuestro canto y tu capacidad de loba es tuya.

—Nunca lo olvidaré, papá.

La enfermera llegó con Rianne, la dejó y ella se retiró junto con mi enfermera, pero que en realidad no lo parecía, para darnos privacidad. Si, la manada de lobos había sobrevivido, aquí estábamos cuatro de ellos y uno en camino.

La más pequeña de la familia se recostó cerca de mí, todos nos mantuvimos cerca disfrutando de la brisa de los árboles y la tranquilidad. Mamá comenzó a cantar la canción de cuna en nuestro idioma, la cual nos cantaba cuando éramos bebés con la voz de papá de fondo.

《 El lobo aúlla en el bosque nocturno, él quiere, pero no puede dormir, la hambruna llora en el estómago del lobo y el frío inunda su amparo, lobo, lobo, no te atrevas a venir, no te dejaré tomar a mi hijo, lobo, lobo, no te atrevas a venir, no te dejaré tomar a mi hijo, el lobo aúlla en el bosque nocturno, llora y lamenta de hambre, le daré una cola de cerdo, digno del paladar del lobo, lobo, lobo no te atrevas a venir, no te dejaré tomar a mi hijo, lobo, lobo, no te atrevas a venir, no te dejaré tomar a mi hijo, el lobo aúlla en el bosque nocturno, él quiere, pero no puede dormir, la hambruna llora en el estómago del lobo y el frío inunda su amparo, lobo, lobo, no te atrevas a venir, no te dejaré tomar a mi hijo, lobo, lobo, no te atrevas a venir.》

Toque mi vientre con cuidado para no hacer evidencia de ello, estaba feliz; mamá y papá no solo nos cantaban a nosotras sino al bebé, aunque aún no lo sabían. Era un sentimiento que recorría cada milímetro de mi alma, lo cual se volvía sensibilidad, quería darles la noticia, decirles que serían abuelos, pero el día estaba cada vez más cerca.


Pasamos toda la tarde dorada juntos, en familia, hasta que el día comenzó a desvanecerse. Zander vino por mí, saludo a mis padres y conversó con ellos un rato.

PSYCHO | (bilogía mentes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora