73 ~ OJOS AHOGADOS DE SANGRE.

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La empatía era un rasgo característico del sentir humano, un misterio que podía unir o separar naciones enteras. De ahí partía la doble moral, los grandes juegos de las sociedades, entonces... ¿La empatía nacía o se hacía?.


Como humanos nacíamos con ella y en sus defectos algunos con más que otros, pues éramos un compuesto desconocido incluso para nosotros mismos, entonces, ¿quién la moldeaba?.

Cuantas veces hemos juzgado desde nuestros limitantes ojos, cuantas veces hemos cuestionado las mentes sin siquiera abrir las nuestras, cuando las voces de nuestro interior se volvieron marionetas de las voces del exterior, ¿cuál es la verdadera verdad de la empatía?, ¿quién manejaba la verdad?, ¿era verdad lo que creíamos saber?.

¿Verdad o ilusión?, ¿ilusión o verdad?, ¿quién lo notaría?, ¿quién lo cuestionaría?, ¿a quién le creerían?.

El médico mental me dijo al terminar la sesión que debía soltar, pero él no entendía que no podía soltar algo que era. Que yo no era parte de la sociedad, era la sociedad. ¿Cómo dar respuesta a las mentes que no tenían fin?, claro que las personas debían cuidarse e ir con especialistas que se les permitía estudiar u divulgar estas características humanas, pero también había muchas más maneras.

Siempre supe que algo no estaba bien y ahora entendía que era por qué yo formaba parte de lo que me había arrebatado todo, de lo que más odiaba.

El equipo terminó de ajustar el vestido. Me vi en el espejo, era la mujer más elegante y preciosa que jamás había sido, un atuendo tan formal y magnífico para lo que más quería desde aquella noche en que les quitaron la sonrisa a mis hermanos para comérsela.

Vi por el reflejo a Zander abrir la puerta, aspire y fui con él.


—es hora.


Afirmó mientras nuestras miradas se cruzaban en complicidad.


Si había alguien que ansiaba esto era él, Zander. Los vehículos nos transportaron a un destino en particular.


Vivir el momento por el que trabajaste, el que soñaste, sobre el cual trazaste cada plan y se llevó largas horas de estudio, dedicación, era algo sub real, más aún cuando tenías la frescura de cada sentimiento y emoción.


Al bajar del auto en la base, cada movimiento fue como si se detuviera el tiempo, como si este corriera en cámara lenta; un ruidillo dentro de mi cabeza se formaba cada vez más recio esperando a someter lo bueno que había de mí.

Una puerta tras otra, un nivel tras otro, un pequeño equipo de médicos, guardias y sobre todo Zander seguían conmigo sin decir alguna palabra. Hasta que finalmente llegamos.


Una puerta, una gran puerta de metal formaba un círculo, no se podía ver nada de adentro para fuera ni de afuera hacia dentro, en cambio, frente a mí estaba un pequeño púlpito de cristal con algunos botones: uno para abrir el metal y poder ver para adentro y otro para abrir el cristal.


¿Cómo sería si no tuviéramos prejuicios?, ¿qué pasaría si nuestra mente fuera libre desde el primer llanto?, ¿cómo sería si no hubiera doble moral?, o simplemente una cara oculta que pocos ojos podían ver. Pero yo era uno de ellos.


Cerré los ojos por un instante, presione el botón de abrir el metal junto con el cristal al momento en que la mirada volvía a tener visión.


Los vi, a los Rothschild. Aprisionados en una silla cada uno; esta vez no llevaban joyas, elegantes ropas... nada, su aspecto era deteriorado por el tiempo que Zander los mantuvo cautivos en mi espera, no habían probado comida, agua, ni siquiera sus necesidades básicas habían sido atendidas, y, ¿es que acaso se merecían algo?, ellos no merecían nada.


PSYCHO | (bilogía mentes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora