40 ~ CABALGATA

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A penas montamos los caballos pude darme cuenta de que no había sido el mejor plan después de un exquisito placer carnal, pues el cuerpo aún sentía los agotamientos y Zander lo sabía, ya que me lo dijo con una mirada y sonrisa de presunción. Poco a poco fuimos dando paso hasta llegar al galope. Presencié como disfrutaba y como extraño el cabalgar, me hizo feliz verlo feliz. No pude evitar sonreír al verlo a cierta distancia, quería brindarle toda la felicidad, quería darle lo mejor pues sabia que él también quería hacerlo conmigo y lo hacía, pero yo también lo quería hacer con él: era él y él era mi hombre, mi lugar, mi vida.









Me incorporé mejor a mi yegua y galope aún más rápido logrando pasarlo; la brisa acariciaba mi rostro al tiempo que sentía el andar al aire libre con el cabello moviéndose en la coleta. Luego de un rato en el que había fingido que iba por delante por mérito propio y no porque Zander me había dejado fui frenando lentamente hasta detener el paso justo en el pícnic que ordené tiempo atrás y él me imitó. La mesilla tenía un lindo manto blanco con frutas, panecillos, jugos, té, entre otras cosas para que disfrutara nuestro paladar.









—¿Cómo es que Midnight está aquí? —fue lo primero que preguntó.









Ambos nos dirigimos al acomodado luego de dejar a los caballos en su sitio. El color blanco de la mesa resaltó por nuestros atuendos que eran negros casi en su totalidad a demás de los colores tenues en el pañuelo sobre mi cuello.









—Lauret me ha contado en Washington —fue mi respuesta—. Me ha dejado traerlo para ti así como las cenizas de su padre.










—Su nombre también era Midnight —mencionó—. Cuando era niño me gustaba salir de noche, la ausencia del mundo despierto me atraía, en ese entonces yo admiraba al hombre que era mi padre, ansiaba ser como él, convertirme en el mejor y estaba siendo preparado para ello. En el momento en que trajo ese caballo a mi vida fue extraordinario y se lo agradecí tanto, desde ese instante se había convertido en mi compañero, en las noches ya no salía sólo, sino que él iba conmigo por eso se llama Midnight, porque se había convertido en mi media noche —Se detuvo guardando silencio—. Ahora está en casa y podré cuidar de su hijo gracias a ti, Siren. Lauret jamás habría permitido esto si no fuera por ti. Gracias.











Dirigió su mirada hacia mí y tomo mi mano en un agarre.









—¿Cómo se llama? —se refirió a la yegua.









—Moon, su nombre es Monn —contesté viéndola—. No pude evitar sorprenderme cuando escuché por primera vez el nombre de Midnight pues enseguida recordé a Moon y comprendí que hacían un excelente conjunto. Tal vez aún en tiempos pasados y a través de la distancia estábamos destinados a ser.











—Ahora somos y fue una total tortura esperar tanto —dejo el tacto para disponerse a servir té—. Hay algo que debes saber.











El tono de su voz cambió así como el ambiente, entonces entendí que eso solo podía significar una cosa. Tomo la bebida en sus manos y dio un sorbo.











—¿El té? ¿Mi té? —enfatizó—. Es lo más importante y especial para mí porqué es mi único recuerdo. Lauret y Merle no son mis padres biológicos y tampoco Zyanya es mi hermana biológica.










Me quedé paralizada. Todo dentro de mí no sabía como reaccionar y entonces poco a poco comenzó a tener sentido. La mentalidad del mecanismo para la que había sido entrenada quiso prender el botón, pero era Zander y no debía hacerlo pues con él podía ser yo misma, mi yo real y entendía su posición. Para mi tranquilidad prosiguió.










PSYCHO | (bilogía mentes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora