60 ~ SOLECITO

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—¿Qué hora es? —me levante exaltada pues estaba segura de que era tarde.

—Es la hora que tú quieres sea, storm —contestó frente a mí. Estaba sentado en el sofá.

—Ya pasó la hora del vuelo, ¿verdad? —un gesto con una sonrisa invadieron mi rostro.

—¿Tienes hambre? —se acercó a la cama.

—Poquita —hable con culpa— Lo siento, me quede dormida.

—Siempre es una buena hora para verte despertar —acaricio mi mejilla— El mundo esperaría vidas por siquiera tener un retardo tuyo.

—Me he acostumbrado, no sé qué sería de mí sin ti —recibí su beso.

—Lo que siempre has hecho, ser fuerte y seguir adelante —me estrujo contra su cuerpo.

Sonó la campanilla para que fueran atender.

El tiempo era más que importante en este mundo, así que la disciplina me formó a no tomarlo a la ligera, no el tiempo de los demás y mucho menos el mío así que jamás rompía las disciplinas sin una buena razón y sin tener la solución a eso; ahora estaba tranquila, sin prisas, sin asuntos, sin la velocidad a la que iba y se sentía bien, quizás era por el bebé que estaba en esa pequeña bolsita dándome más vida.

El desayuno en cama fue alegré, las sábanas blancas manchadas de dulce por todos lados fueron la prueba, que Zander me diera de comer no era una gran idea después de que él insistiera en que sí. Termine de arreglarme con algo básico y fuimos al jet.

—No puedes andar por la vida así tan preciosa, no puedo contenerme ante ti —lo serio y la seguridad hablaron antes de subir las escalerillas.

—Tengo una pijama puesta — volteé a verlo evidente.

—Eres la mujer más preciosa que mis ojos admirarán jamás —me vio— derrocaría cuanto fuera posible por tocar un trozo de esa pijama que llevas puesta.

Única, incomparable, intocable, eso era lo que provocaba y me hacía sentir. No podía amar más de lo que ya lo hacía al sentirme suya. Abórdanos el avión que ya se encontraba con aperitivos que eran el antojo del bebé en los últimos días.

Sonreí. Oh tenía que buscar alguna otra manera de rendirme inmensamente ante mi hombre, por hacerme sentir como en un sueño y darme más de lo que yo esperé.

—¿Niño o niña? —toque mi vientre. La felicidad se sintió desbordarse en mi cuerpo y corazón acompañado de un suspiro y una sonrisa.

—Quizás deberíamos ver nombres, ya que no lo sabremos hasta que nazca —sonrió y me abrazó.

—Si, me encanta definitivamente.

—Por ahora es solecito —se arrodilló, tocó mi vientre y lo abrazó.

Momentos más tarde, nos acomodamos y el jet despegó.

En los linajes los embarazos eran algo sagrado, pues era la línea sucesora de las dinastías, un bebé era celebración desde la concepción hasta el nacimiento, incluso durante toda la infancia y etapas, hasta que tomaran el lugar que les correspondía con orgullo. No importaba el género, pues independiente de este era un descendiente de las progenies líderes. Así que el sexo de los bebés se conocía hasta el parto, ya que no había diferencias algunas entre estos.

Claro que había generaciones de las familias que tenían mayor número de niñas y otros de niños, en ambos casos era felicidad.

El vuelo fue corto, un poco más de dos horas. Llegamos directo a la casa donde nos quedaríamos, puesto que esta vez no lo haríamos junto con mis padres. Nos arreglamos más acorde y salimos a donde ellos.

PSYCHO | (bilogía mentes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora