Anoche
Cementerio de MERIT—Tú no eres una mala persona —repitió Sydney, mientras echaba tierra sobre el
césped a la luz de la luna—. Pero Eli, sí.
—Sí. Eli, sí.
—Pero él no ha ido a la cárcel.
—No.
—¿Crees que va a captar el mensaje? —preguntó, señalando la tumba.
—Estoy casi seguro —respondió Victor—. Y si no, lo captará tu hermana.
A Sydney se le estrujó el estómago al pensar en Serena. En su mente, su
hermana mayor era dos personas distintas, dos imágenes que se superponían de
modo tal que ambas quedaban borrosas, y eso le producía mareos.
Estaba la Serena de antes del lago. La Serena que se había arrodillado en el
suelo antes de partir a la universidad —ambas sabían que estaba abandonando a
Sydney en aquella casa vacía, tóxica— y que le había enjugado las lágrimas con
el pulgar, repitiendo una y otra vez: No me voy para siempre, no me voy para
siempre.
Y luego estaba la Serena de después del lago. La Serena de ojos fríos y sonrisa
hueca, que hacía que las cosas ocurrieran tan solo con palabras. La que había
llevado a Sydney engañada a un campo donde había un cadáver, la había
convencido de que hiciera su demostración y, luego de que la hiciera, había puesto cara triste. La que le había dado la espalda cuando su novio había alzado
la pistola.
—No quiero ver a Serena —dijo Sydney.
—Lo sé —respondió Victor—. Pero yo quiero ver a Eli.
—¿Para qué? —preguntó—. No puedes matarlo.
—Puede ser. —Victor aferró la pala con fuerza—. Pero será divertido hacer el
intento.
ESTÁS LEYENDO
Una obsesión perversa
Teen FictionVíctor y Eli eran dos estudiantes universitarios brillantes pero arrogantes que reconocían, el uno en el otro, la misma agudeza y la misma ambición. En el último año de su carrera, el interés compartido por la adrenalina, las experiencias cercanas a...