CAP XVlll

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HACE DOS DÍAS
EL HOTEL ESQUIRE

Quiero creer que hay algo más. Que podríamos ser más. Diablos, podríamos ser
h

éroes.
A Victor se le apretó el pecho al ver el rostro de Eli en la fotografía del
periódico. Era desconcertante: lo único que le quedaba de Eli era una imagen
mental de una década atrás, y sin embargo, coincidía a la perfección, como un
duplicado, con la que estaba en la página. Técnicamente, era el mismo rostro en
todos los aspectos… y a la vez, no lo era. Los años habían afectado a Victor de
maneras más evidentes; lo habían endurecido, pero Eli tampoco estaba intacto.
No parecía un solo día mayor, pero la sonrisa arrogante que tantas veces le había
visto en la universidad se había convertido en algo más cruel. Como si al fin se
le hubiera caído aquella máscara que había usado durante tanto tiempo, y fuera
esto lo que se escondía tras ella.
Y Victor, que sabía analizar tan bien las cosas, entender cómo funcionaban,
cómo funcionaba él, observaba la foto y se sentía… en un dilema. Odio era una
palabra demasiado simple. Él y Eli estaban unidos, por la sangre, la muerte y la
ciencia. Eran semejantes, ahora más que nunca. Y había echado de menos a Eli.
Quería verlo. Y quería verlo sufrir. Quería ver la expresión de sus ojos cuando se
los encendiera de dolor. Quería su atención.
Eli era como una espina bajo la piel de Victor, y le dolía. Victor era capaz de desconectar cada nervio de su cuerpo, pero no podía hacer nada para aliviar la
punzada que sentía al pensar en Cardale. Lo peor de esa capacidad de
insensibilizarse era que le quitaba todo menos eso: esa necesidad asfixiante de
hacer daño, de quebrar, de matar, que se derramaba sobre él como una gruesa
capa de jarabe hasta que entraba en pánico y volvía a activar sus sensaciones
físicas.
Ahora que estaba tan cerca, la espina parecía clavarse más profundamente.
¿Qué estaba haciendo Eli en Merit? Diez años eran mucho tiempo. Una década
podía moldear a un hombre, cambiarlo todo en él. Así había sido para Victor. ¿Y
Eli? ¿En quién se había convertido?
Inquieto, luchó contra el súbito impulso de quemar la foto, de romperla en
pedazos, como si al dañar el papel pudiera, de algún modo, lastimar a Eli, lo
cual, desde luego, era imposible. Nada podía hacerle daño. Entonces se sentó y
dejó la página a un lado, fuera del alcance de su brazo para no verse tentado a
destruirla.
El periódico llamaba héroe a Eli.
La palabra hizo reír a Victor. No solo porque era absurdo, sino también porque
imponía una pregunta. Si Eli realmente era un héroe y Victor se proponía
detenerlo, ¿acaso eso lo convertía en villano?
Tomó un largo sorbo de su bebida, recostó la cabeza contra el sofá y decidió
que podía vivir con eso.

Una obsesión perversa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora