ESA TARDE
EL HOTEL ESQUIREEli estaba observando la pantalla cuadriculada de la base de datos de la policía
cuando oyó abrirse la puerta a su espalda. Dio un golpecito en la pantalla para
cerrar el perfil de un sospechoso de ser EO llamado Dominic Rusher, justo en el
momento en que unos brazos delgados le rodeaban los hombros y unos labios le
rozaban la oreja.
—¿Dónde estabas? —preguntó.
—Buscando a Sydney.
Eli se puso tenso.
—¿Y?
—Todavía no he tenido suerte, pero he avisado a algunas personas. Al menos,
tendremos algunos pares más de ojos. ¿Cómo te ha ido en el banco?
—No confío en Stell —dijo Eli por centésima vez.
Serena suspiró.
—¿Y Barry Lynch?
—Estaba muerto otra vez cuando llegué. —Levantó el dibujo infantil del
escritorio y se lo entregó ciegamente a ella—. Pero dejó esto.
Eli sintió que le quitaban el dibujo de entre los dedos, y un momento después
Serena dijo:
—No sabía que Victor era tan delgado.
—No es momento para bromas —replicó Eli, de mal humor.
Serena hizo girar la silla hacia donde estaba ella. Sus ojos se veían fríos como
el hielo.
—Tienes razón. Me dijiste que habías matado a Sydney.
—Eso creía.
Serena se inclinó y le quitó las gafas de atrezo. Eli había olvidado que aún las
tenía puestas. Ella se las colocó sobre la cabeza como una diadema improvisada
y lo besó, no en los labios sino entre los ojos, en el punto que se fruncía cada vez
que él se le resistía.
—¿De veras? —susurró contra él.
Eli hizo que su piel se alisara bajo el beso. Era más fácil pensar cuando ella no
estaba mirándolo a los ojos.
—Sí.
Eli suspiró por dentro con alivio al decirlo. Una sola palabra, a lo sumo una
verdad a medias, y nada más. Fue difícil, y lo dejó agotado, pero no cabía duda:
cada vez podía resistirse más.
Serena se apartó apenas lo suficiente para clavar en él sus fríos ojos azules. Eli
vio al diablo en ellos, astuto y con su lengua de plata, y pensó, no por primera
vez, que debería haberla matado cuando había tenido la oportunidad.
ESTÁS LEYENDO
Una obsesión perversa
Teen FictionVíctor y Eli eran dos estudiantes universitarios brillantes pero arrogantes que reconocían, el uno en el otro, la misma agudeza y la misma ambición. En el último año de su carrera, el interés compartido por la adrenalina, las experiencias cercanas a...