CAP XII

15 3 0
                                    

ESA TARDE
EL EDIFICIO EN CONSTRUCCIÓN
FALCON PRICE


Dane gimoteó débilmente en el suelo.
Victor se recostó en la silla plegable y entrelazó los dedos detrás de la cabeza.
De una de sus manos pendía sin fuerzas una navaja, y la cara plana de la hoja le
rozó el pelo pálido. No era estrictamente necesario, pero su talento era más
eficaz cuando amplificaba una fuente existente de dolor. El agente Dane se
acurrucó en el suelo de cemento manchado de sangre, con el uniforme
desgarrado. Victor se alegró de que Mitch hubiera puesto unas láminas plásticas
en el suelo. Se había dejado llevar un poco, pero hacía tanto tiempo que no se
soltaba, que no se expandía. Le despejaba la mente. Lo calmaba.
Dane aún tenía las manos firmemente amarradas en la espalda, pero ya no
tenía la cinta sobre la boca, y la camisa se le adhería al pecho con sudor y
sangre. Había confesado los códigos de acceso a la base de datos, por supuesto,
y rápidamente; Victor los había comprobado con el teléfono para estar seguro.
Luego, con un poco más de incentivo, le había contado a Victor todo lo que
sabía sobre el detective Stell: sus primeros tiempos en Lockland, su traslado
siguiendo una serie de asesinatos —obra de Eli, sin duda— y el entrenamiento
del propio Dane. Resultó que ahora todos los policías, ya fueran escépticos o creyentes, aprendían un protocolo para tratar casos de EO, pero en cada
delegación policial había por lo menos un hombre que sabía más que lo básico,
estudiaba los indicadores y se hacía cargo de cualquier investigación en la que se
sospechara la participación de un EO.
Stell había sido ese hombre diez años atrás en Lockland, y lo era otra vez allí,
y estaba preparando a Dane para lo mismo. No solo eso, sino que, de alguna
manera, Eli había convencido al detective que estaba a cargo de la investigación
en su contra de que lo ayudara.
Victor meneó la cabeza con asombro mientras le arrancaba los detalles a Dane
a fuerza de tortura. Eli nunca dejaba de asombrarlo. Si él y Stell hubieran
trabajado juntos desde lo de Lockland, habría sido una cosa, pero esto era un
acuerdo nuevo: Stell y Dane solo estaban ayudando a Eli desde el otoño. ¿Cómo
había hecho Eli para conseguir la ayuda del departamento de policía de Merit?
—Agente Dane —dijo Victor. El policía se encogió al oír su voz—. ¿Le
importaría hablarme de sus interacciones con Eli Ever?
Al ver que Dane no respondía, Victor se puso de pie y le dio la vuelta al
hombre hasta dejarlo boca arriba con la punta del zapato.
—¿Y bien? —preguntó con calma, apoyando el pie en las costillas rotas del
agente.
Dane gritó, pero una vez que los gritos se redujeron a un jadeo, dijo:
—Eli Ever… es… un héroe.
Victor soltó una carcajada ahogada, y aplicó más peso sobre el pecho de Dane.
—¿Quién le ha dicho eso?
La expresión del hombre se transformó. Se puso serio, pero con una serenidad
notable respondió:
—Serena.
—¿Y usted le creyó?
El agente Dane miró a Victor como si no entendiera del todo la pregunta.
Entonces Victor comprendió.
—¿Qué más dijo Serena?
—Que ayudáramos al señor Ever.
—Y eso hicieron.
El agente Dane parecía confundido.
—Por supuesto.
Victor sonrió con amargura.
—Por supuesto —repitió, y sacó la pistola que tenía sujeta al cinturón. Se frotó
los ojos, maldijo por lo bajo y luego disparó dos balazos al pecho del agente
Dane. Era la primera persona a la que mataba desde Angie Knight (si no contaba
a aquel hombre en la cárcel, cuando estaba perfeccionando su técnica, y Victor
no lo contaba), y sin duda, era su primer asesinato intencional. No era que
rehuyera la posibilidad de matar; simplemente, la gente no le servía muerta. Al
fin y al cabo, el dolor no afectaba mucho a los cadáveres. En cuanto al asesinato
de Dane, era lamentable (aunque necesario), y el hecho de que lo único que
Victor sentía al respecto era un arrepentimiento moderado quizá lo habría
molestado más, o al menos habría valido un momento de introspección, si no
hubiera estado tan concentrado en hacer que el hombre regresara.
Al oír el sonido apagado de los disparos, Mitch esquivó el plástico y entró. Se
había puesto guantes, y ya tenía una lámina extra de plástico bajo un brazo, por
si acaso. Miró el cadáver del agente y suspiró, pero cuando empezó a recoger el
plástico del suelo, y con él, a Dane, Victor extendió una mano para detenerlo.
—Déjalo —le dijo—. Y ve a buscar a Sydney.
Mitch vaciló.
—No creo que…
Victor se volvió hacia él.
—He dicho que vayas a buscarla.
Mitch puso cara de profundo descontento, pero obedeció, y dejó a Victor a
solas con el cadáver del agente.

Una obsesión perversa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora