CAP X

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ESA TARDE
EL HOTEL ESQUIRE


—Victor te envió un mensaje —dijo Serena, al tiempo que rozaba con los dedos
la figura de Sydney en el dibujo. Había una manchita roja parduzca en la esquina
del papel, y se preguntó de quién sería esa sangre—. ¿Vas a enviarle otro?
Serena lo observó mientras la respuesta ascendía por la garganta de Eli.
—No sé cómo —respondió en un susurro.
—Está aquí, en la ciudad —observó ella.
—Igual que millones de personas más, Serena —gruñó Eli.
—Y todas están de tu lado —señaló—. O pueden estarlo.
Tomó la mano de Eli y lo hizo levantarse de la silla. Sus manos se dirigieron a
la espalda de él y lo atrajeron hasta que sus frentes se encontraron.
—Déjame ayudarte.
Lo vio apretar la mandíbula. Eli no podía oponer resistencia, pero seguía
intentándolo. Serena vio la tensión en sus ojos, en el espacio entre sus cejas,
mientras luchaba contra la compulsión. Cada vez que ella le daba una pequeña
orden, había una pausa, como si Eli estuviera intentando reprocesar la orden y
darle la vuelta hasta hacerla propia. Como si pudiera recuperar su voluntad. No
podía, pero a ella le encantaba verlo esforzarse. Le daba algo a qué aferrarse. Lo
contempló, disfrutando la resistencia de Eli. Y luego, por el bien de él, lo obligó
a ceder.
—Eli —le dijo, con voz regular y firme—. Déjame ayudarte.
—¿Cómo? —preguntó él.
Serena introdujo los dedos en el bolsillo delantero de Eli y extrajo su teléfono.
—Llama al detective Stell. Dile que necesitamos una reunión con el
departamento de policía de Merit. Con todos.
Victor no era el único que estaba en la ciudad. También estaba Sydney. Si
encontraban a uno, encontrarían al otro; eso decía el dibujo. Eli se quedó
mirando su teléfono.
—Es demasiado público —protestó, y marcó el número mientras intentaba
pensar—. Nos expone demasiado. No he llegado hasta aquí mostrándome
abiertamente.
—Es la única manera de hacerlos salir. Además, no debes preocuparte. Ahora
eres el héroe, ¿lo recuerdas?
Eli lanzó una risita seca, pero no volvió a contradecirla.
—¿Quieres una máscara? —bromeó ella, al tiempo que se quitaba las gafas del
pelo y volvía a ponérselas a él—. ¿O te basta con esto?
Eli pasó el pulgar por encima del teléfono, vacilando un último momento.
Luego hizo la llamada.

Una obsesión perversa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora