HACE DOS DÍAS
EL HOTEL ESQUIRE
Por el pasillo y detrás de una puerta, Sydney Clarke estaba acurrucada en un
nido de sábanas. Había escuchado con atención los pasos de Victor en la otra
habitación, lentos, suaves y rítmicos como gotas de agua. Había oído romperse
el vaso, oído correr el agua, los pasos, el goteo. Había oído a Mitch, su andar
pesado, la conversación apagada, solo tonos que le llegaban a través de las
paredes. Había oído a Mitch regresar por el pasillo. Y luego, silencio. El goteo
de los pasos de Victor cesó, y en su lugar quedó una extraña quietud.
Sydney no confiaba en la quietud. Había llegado a creer que era algo malo.
Una cosa mala, antinatural, muerta. Se incorporó en la cama extraña de aquel
hotel extraño, con sus ojos celestes desenfocados en la puerta, y se esforzó por
oír algo a través de la madera y del silencio que había más allá. Al ver que
seguía sin oír nada, se levantó, vestida con aquella ropa robada tan grande, salió
descalza de la habitación y se dirigió a la espaciosa sala de la suite.
La mano vendada de Victor ahora colgaba por encima del apoyabrazos de un
sofá que miraba hacia los ventanales; de sus dedos pendía flojamente un vaso
poco profundo, donde quedaba apenas un sorbo de líquido, y la mayor parte era
hielo derretido. Sydney rodeó el sofá de puntillas para mirarlo.
Estaba dormido.
No tenía un semblante apacible, pero su respiración era suave y regular.
Sydney se sentó en un sillón y observó al hombre que la había salvado… No,
ella misma se había salvado… pero él la había encontrado y la había recogido.
Se preguntó quién era él, y si debería temerle. No sentía temor, pero Sydney
sabía que no debía confiar en el temor, ni, desde luego, en su falta. No había
tenido miedo de su hermana, Serena, ni siquiera del nuevo novio de ella (al
menos, no suficiente miedo), y ¿qué había conseguido?
Que le dispararan.
Entonces, se sentó sobre sus talones en el sillón de cuero y observó dormir a
Victor, como si el ceño que aún permanecía fruncido fuera a recolocarse y
revelarle todos sus secretos.
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Una obsesión perversa
Teen FictionVíctor y Eli eran dos estudiantes universitarios brillantes pero arrogantes que reconocían, el uno en el otro, la misma agudeza y la misma ambición. En el último año de su carrera, el interés compartido por la adrenalina, las experiencias cercanas a...