A mi familia, por no mirarme como a un bicho raro cuando les dije lo que quería
escribir.
A mi agente, Holly, por no mirarme como a un bicho raro cuando le conté lo
que había escrito.
A Patricia Riley, por amar a cada integrante de mi grupo variopinto
(especialmente a Mitch y su leche con cacao).
A Ruta Sepetys, que me escuchó hablar largo y tendido, y luego me dijo muy
seriamente que terminara este libro.
A Jen Barnhardt, por acompañarme a ver todas las películas de historietas,
incluso las no tan buenas.
A Rachel Stark, por plantearme siempre preguntas difíciles, y por alentarme a
hacer lo mismo.
A Matthew Leach y Deanna Maurice, por sus conocimientos médicos.
Y a Sophie, por el término EO.
A mis lectores, por seguirme a través de páramos, por pasillos oscuros, y
ahora, hasta el corazón de Merit.
Y a mi editora, Myriam, por hacer que cada paso de este viaje fuera
maravilloso. Desde el primer garabato de un narval hasta las charlas
trasnochadas sobre moral, mortalidad y villanía, no hubiera querido hacer este
libro con nadie más.
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Una obsesión perversa
Teen FictionVíctor y Eli eran dos estudiantes universitarios brillantes pero arrogantes que reconocían, el uno en el otro, la misma agudeza y la misma ambición. En el último año de su carrera, el interés compartido por la adrenalina, las experiencias cercanas a...