CAP XXII

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TRES HORAS ANTES DE
MEDIANOCHE
EL BAR LOS TRES CUERVOS

Eli estaba sentado en un reservado contra la pared del fondo del bar Los tres
cuervos, esperando a que apareciera Dominic Rusher. Le había preguntado al
barman al llegar, y este le había asegurado que Rusher iba todas las noches
alrededor de las nueve. Eli había llegado temprano, pero no tenía nada que hacer
salvo esperar la medianoche y lo que fuera que esta le deparara, así que había
ordenado una cerveza y se había acomodado en el rincón, disfrutando, más que
la bebida, el tiempo que podía pasar sin Serena.
De todos modos, la bebida era más que nada para guardar apariencias, pues la
regeneración anulaba su efecto, y el alcohol sin ebriedad resultaba mucho menos
atractivo (además, le habían pedido un documento de identidad para acreditar
que fuera mayor de edad, y hacía tiempo que eso había dejado de ser una
novedad). Pero tomar distancia de Serena era importante —esencial, de hecho—
para mantener el poco control que le quedaba. Cuanto más tiempo pasaba con
ella, más parecían desdibujarse las cosas, y eso era una intoxicación que el
cuerpo de Eli no sobrellevaba con tanta facilidad. Ahora, con la participación de
la policía, todo se complicaba. Ellos eran leales a Serena, no a él, y los dos lo
sabían.
Una nueva ciudad, eso era lo que necesitaba.
Después de medianoche, una vez que hubiera resuelto todo ese problema con
Victor, buscaría una nueva ciudad. Empezaría de nuevo. Lejos del detective
Stell. Lejos de Serena también, de ser posible. Ni siquiera le importaba la
perspectiva de su viejo método, el tiempo y la dedicación que le exigía, las
semanas de búsqueda para apenas un momento de recompensa. Últimamente las
cosas se habían vuelto demasiado fáciles, y fáciles significaba peligrosas. Lo
fácil llevaba a cometer errores. Serena era un error. Eli bebió un sorbo de
cerveza y miró su teléfono en busca de mensajes. No los había.
Eli había buscado sospechosos allí alguna vez, años atrás, antes de Serena,
cuando él aún era un fantasma que estaba de paso. Era un sitio bullicioso, muy
concurrido, hecho para aquellos a quienes les gustaba rodearse de caos en lugar
de silencio, de un ruido ambiental hecho de cristal, gritos y música de la cual
nunca se llegaba a entender la letra. Un lugar donde resultaba fácil ser invisible,
desaparecer, absorto por la iluminación tenue y por el alboroto de personas que
estaban borrachas, o camino a estarlo, y enojadas. Pero aun sabiendo eso, Eli no
era tan audaz ni tan tonto como para llevar a cabo una ejecución en público.
Serena había conseguido la ayuda de la policía, pero los habituales del bar Los
tres cuervos no se llevaban bien con la policía ni con la ortodoxia. En un lugar
así, un problema podía acabar por convertirse en un desastre, especialmente sin
Serena para apaciguar a las masas.
Eli se recordó otra vez que se alegraba de estar libre de su influencia, tanto
sobre los demás como sobre él. Ahora podía, por deseo y por necesidad, hacer
las cosas a su manera.
Miró la hora. Menos de tres horas para… ¿Para qué? Victor había establecido
ese plazo para inquietarlo, para ponerlo nervioso. Estaba perturbando la calma
de Eli, como un chico que arroja piedras a una laguna y produce ondas en el
agua, y Eli veía lo que estaba haciendo, pero aun así se sentía agitado, lo cual lo
perturbaba más aún. Pues bien, Eli iba a recuperar el control, sobre su mente, su vida y su noche. Mojó los dedos en el aro de agua que había dejado el vaso de
cerveza sobre la vieja mesa de madera, y escribió una sola palabra.
EVER.

Una obsesión perversa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora