38. Descontrol

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Capítulo 38:
Descontrol

   La música se escucha por todo el lugar, logrando que muchas personas bailen en diferentes partes del Club Prada mientras beben o fuman. El alcohol permitido es el que únicamente se vende en la barra. Algunos piensan que esa bebida que venden no emborracha como otras bebidas de alcohol; pero lo cierto es que si descuidas la cantidad de vasos que ingieres puedes llegar a sentir una adrenalina potente por todo el cuerpo, aquella que te hace sacar los pasos prohibidos y hasta que digas cosas prohibidas.

   Los dulces especiales eran ingresados de una manera sigilosa para no levantar sospechas, siendo cómplices los guardias de la entrada. Ellos consumían tales dulces, pero también aprovechaban para vender algunos.

   Todo era un descontrol, y justo eso es lo que le encanta a la juventud que no presta atención a reclamos que van en contra de su diversión.

   Gregorio miraba todo con sorpresa, tratando de entender el comportamiento de muchas personas en el club. No podía creer lo que hacían con los dulces especiales, y menos lo que hacían en los baños. La cantidad de paquetes de condones era bastante, y tal imagen le produjo más sorpresa.

   Ya habían pasado dos horas desde que estaban en el lugar, y durante ese tiempo Gregorio no se ha atrevido a tomar alcohol y tampoco a fumar. Simplemente estaba sentado en una de las mesas mirando a todas las personas del lugar, horrorizado por la manera de bailar de muchos.

   Su cuarta lata de refresco estaba a punto de acabarse, así que debía de ingeniársela para ir hacia la barra de bebidas mientras esquivaba a muchas personas.

   El olor a cigarro y vapers hacía que él mantuviera una mueca de asco durante un buen rato, tratando de soportar los diferentes olores mezclados que le producían mareo.

   Rafael estaba bailando por un buen rato con Kimberly en la pista de baile, pero cada vez que Gregorio se levantaba no le quitaba la mirada de encima ya que debía de cuidarlo por si le pasaba algo.

   Con un movimiento de cabeza le pidió a Mariano que siguiera al chico de anteojos para que estuviera al pendiente, así que Mariano dejó de hablar con unos amigos para ir detrás de Gregorio y vigilar lo que hacía.

—Por favor deme otra lata de refresco —le pidió Gregorio al bartender, quien procedió a ir hacia el congelador mientras Gregorio sacaba una tarjeta de crédito.

—¿Otro refresco? —le preguntó Mariano, llegando a un lado de él sonriendo ampliamente. Sus ojos estaban rojos, y entre sus dedos llevaba un cigarro.

—Es lo que me gusta en todo este lugar —dijo Gregorio, encogiéndose de hombros.

—¿No se supone que querías pasar una noche diferente donde te atreverías a fumar y beber alcohol?

—Creo que me equivoqué. Este no es mi ambiente. De hecho ya me quiero ir.

—Aquí está el refresco —dijo el bartender, dejando una lata de refresco sobre la barra.

—Tráele lo que todos estamos tomando aquí. Yo lo pago —le pidió Mariano al batender.

—¿Qué? Yo no pienso tomar eso, Mariano.

—No exageres, tampoco es tan fuerte —dijo Mariano, procediendo luego a darle una calada a su cigarro.

—Pero mira cómo estás tú. Creo que hasta te has tomado el agua de los floreros.

   Ese comentario hizo que Mariano empezara a reír y después le diera un leve empujón a Gregorio, quien lo miraba frunciendo el ceño.

—Aquí está la bebida —informó el batender, dejando un gran vaso verde sobre la barra.

Tóxicos: Muy DañinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora