4. Calor de hogar

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Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre Celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!
–San Lucas 11:17–

Capítulo 4:
Calor de hogar.

   El sonido de la campana del colegio indicó que la hora de recreo había culminado, así que todos los estudiantes obedecieron a dejar lo que estaban haciendo para así poder dirigirse hacia sus respectivos salones. El entrenamiento de los jugadores de fútbol tuvo que terminar temprano ya que el entrenador fue llamado para una reunión importante en la oficina directiva del colegio, así que eso hizo que Samuel corriera inmediatamente hacia Kimberly para poder hablar con ella.

   Kimberly se disponía a marcharse de las gradas junto con sus amigas; pero cuando escuchó el grito de su novio no dudó en rodar los ojos en expresión de fastidio y luego se volteó hacia él, mostrándole una falsa sonrisa.

—Hola, amor. Justo ya me iba a ir con mis amigas al salón. Te veo allá.

—Aguarda un momento —le pidió Samuel al tomarla por el antebrazo, logrando que ella se fijara en su mano y luego en sus ojos —¿Ya no estás molesta conmigo?

—Chicas, las veo en el salón. En un momento voy para allá —le informó Kimberly a sus amigas, quienes se despidieron de ella y de Samuel para luego marcharse y dejarlos solos.

—¡Samuel, tenemos que cambiarnos rápido! —le gritó Santiago a su amigo desde la distancia.

—¡En un momento voy! —dijo Samuel, volviendo luego a mirar a su novia —Kimberly, yo lamento no haberte regalo lo que tú...

—Samuel, tranquilo. No hace falta que te sigas disculpando. Entiendo que no tienes dinero en este momento, así que sabré esperar mi regalo —comentó ella, y en cuestión de segundos sacó de su bolso el regalo que ya le tenía preparado a Samuel —. Aquí está mi regalo de mes. Espero que te guste.

—Vaya, amor. Muchas gracias.

—Eso es para que veas que tienes a una novia fabulosa.

—Otra colonia —dijo Samuel cuando pudo mirar el regalo que estaba dentro de una bolsa colorida —. Justo la que quería.

—¿No te gustó?

—Sí, obvio me gustó.

—¿Y por qué no te veo tan feliz? No seas desagradecido, Samuel. Por lo menos yo sí pude regalarte algo.

—Ya te dije que sí me gustó, amor —le comentó él, acercándose más hacia ella para luego tomarla por las mejillas y lograr besarla en los labios —. Eres increíble.

—Lo sé —dijo ella, encogiéndose de hombros para luego darle un corto beso a su novio —. Ahora sí, vete a limpiar. No me gusta el olor a sudor.

—Pero te encanta verme así.

—Eso sí —aseguró ella con una sonrisa —. Nos vemos en el salón.

—Okay, te amo.

—Yo igual —le dijo ella al guiñarle un ojo para luego marcharse del lugar.

   Samuel se quedó allí parado, mirándola marcharse hasta poder perderla de vista. Pudo reccionar cuando Santiago llegó a su lado, de esa forma logrando que él saliera de sus pensamientos.

—¿Te vas a quedar aquí? Vamos con los demás.

—Kimberly y yo acabamos de solucionar nuestro problema, Santiago.

—¿Eso te lo regaló ella? —le preguntó Santiago cuando pudo mirar la bolsa de regalo en las manos de su amigo —¿Qué es?

—Otra colonia —respondió Samuel, sacando la colonia de la bolsa de regalo.

Tóxicos: Muy DañinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora