65. Cambios

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Capítulo 65:
Cambios.

   Samuel no dejaba de mirar la punta de sus zapatos mientras agotaba su mente con muchos pensamientos. Todo estaba siendo para él una tormenta de emociones, sentimientos y decisiones. No quería seguir martillando su mente con sus dudas, por esa razón agradece a Dios que la visita con la psicóloga haya llegado.

   En este momento Samuel se encuentra en la oficina de la psicóloga Beatríz, esperándola para continuar con la sesión que se había detenido por una llamada que le llegó a su celular.

   El olor característico a menta recorría todo el lugar, y el ruido de las burbujas de una pecera era lo único que se podía escuchar en medio de tanto silencio.

   Samuel suspiró profundo luego de pasar sus manos por su cara, levantándose después de la silla para empezar a recorrer la oficina.

   La psicóloga Beatríz mantenía un estilo bastante ligero, con solo dos retratos de pintura en las paredes y una pecera donde vivían cuatro peces de diferentes colores. En una esquina de la oficina había un sofá pequeño acompañado con uno más grande, ambos encima de una alfombra verde. En medio de ambos sofás había una pequeña mesa de vidrio, acompañada de un florero y dos tazas blancas. El gran ventanal de cristal daba vista a la ciudad, reflejando las calles por donde transitaban los autos. Volviendo al escritorio, Samuel notó el portarretrato que la psicóloga Beatríz siempre ha tenido desde que él asiste a consulta. Ella se mostraba muy feliz con su esposo y su pequeño hijo en la fotografía, aparentemente siendo muy felices. Eso hizo que Samuel mostrara una pequeña sonrisa, trayendo a memoria aquella foto de sus padres cuando él nació, en ese momento se veían tan felices como justo lo están la psicóloga Beatriz y su esposo en la fotografía.

   Samuel colocó la fotografía en su lugar cuando la puerta se abrió, actuando lo más tranquilo posible ante la llegada de la psicóloga a la oficina.

—Perdón por hacerte esperar, Samuel. Llegó mi esposo a traer mi almuerzo y a hablarme sobre algo importante —dijo ella, sentándose en la silla de su escritorio para luego mostrarle una agradable sonrisa al chico —. De verdad me alegra mucho que sigas con las consultas. Antes de retirarme me decías que estabas medianamente bien.

—Sí, así es —dijo Samuel, tomando asiento —. Han pasado algunas cosas en mi vida.

—¿Quieres contarme? —preguntó Beatriz, sacando su lápiz y libreta.

—Bueno, a eso vine. Necesito ayuda para orientarme mejor en las cosas que me están pasando últimamente.

—¿Qué es eso que te está afectando?

—Es... mi relación con Raquel. Creo que las cosas entre ella y yo están yendo a otro rumbo.

—¿A qué rumbo te refieres?

—Es que... ella ha estado muy animada con las cosas de Dios y la iglesia. ¿Recuerda que le dije en la última consulta que ambos estábamos asistiendo a la iglesia?

—Sí, recuerdo que lo dijiste. En ese momento me aseguraste que de alguna forma los hacía sentir bien esa actividad. ¿Pasó algo ahora?

—Pasó que ella se siente más animada, más envuelta por eso. La veo feliz y me alegra, pero yo... me siento extraño.

—¿No quieres seguir asistiendo a la iglesia?

—No, sí quiero; pero... es extraño.

—Haber si comprendo mejor. Quieres seguir asistiendo a la iglesia, pero te sientes extraño porque no esperabas tener este cambio en tu vida, ¿cierto?

Tóxicos: Muy DañinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora