50. Encuentros

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Capítulo 50:
Encuentros

   La noche había llegado, así que el encuentro con Aurora estaba pronto por pasar en unos minutos.

   Gregorio se miraba una y otra vez al espejo completo de la sala, peinando su cabello hacia la derecha para mantener su típica forma de peinar. A cada minuto limpiaba los cristales de sus anteojos, tratando de que no se vieran empañados o manchados.

   Esta noche estaría cargada de muchas emociones y encuentros, así que debía de planear muy bien todo para no cometer errores.

   Rafael y Kimberly lo miraban desde el sofá grande, ambos riéndose por lo nervioso que estaba Gregorio. Kimberly cruzaba su pierna con la de él, compartiendo miradas cuando hablaban también del encuentro que ella tuvo hace una hora con Samuel.

—Me alegra que hayas vuelto a dejarle las cosas claras al bobo de Samuel —le dijo Rafael, pasando su pulgar derecho sobre la mejilla de Kimberly —. No está mal poner mano dura de vez en cuando.

—Hubieras visto lo nervioso que estaba. Su voz hasta se le cortaba cuando me tuvo frente a él. Sabe perfectamente que no me gustan esos desplantes, mucho menos las excusas.

—A Samuel le falta pantalones. Es un miserable cobarde.

—Pues deberías de aprender a sujetarte a mí como él lo hace.

—¿Qué?

   Rafael no dudó en soltar una sarcástica y sonara risa por el comentario de Kimberly, haciendo que ella lo golpeara en su hombro derecho para que dejara de hacerlo.

—No te rías, Rafael. Es en serio lo que te digo.

—Mugrosa, jamás esperes eso de mí.

—Eres de lo peor.

—Pero aún así te gusto —le dijo él, guiñándole un ojo.

—Eres un placer culposo. Detestable hasta más no poder, pero algo llevadero.

   Golpes en la puerta principal llegaron a escucharse por toda la casa, aumentando más los nervios de Gregorio y llamando la atención de los dos tórtolos que permanecían sobre el sofá. Ambos sonrieron al ver el rostro de Gregorio, quien ya estaba demostrando pánico.

—Cambia esa cara y ve a abrirle, Rodolfo.

—¿Yo?

—Hablando de corbardía he aquí un ejemplo —dijo Kimberly, levantándose del sofá y soltando un profundo suspiro —. Yo iré.

—Recuerda verte seguro y seductor. Quítate esos lentes, rápido. Te hacen ver como un chamo bueno.

—Pero...

—Rápido, Rodolfo.

—Hola, buenas noches —saludó Aurora, llegando a la sala con su pequeña cartera de mano.

—Bienvenida a mi humilde morada, Aurora —dijo Rafael, levantándose del sofá para colocarse a un lado de Gregorio —. Mi amigo te estaba esperando.

—Rafael —le regañó Gregorio entre dientes.

—Bueno, iré por unos refrescos para beber. Jugaremos algo divertido hoy —dijo Kimberly, sonriendo ampliamente.

Tóxicos: Muy DañinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora