22. Negaciones

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Capítulo 22:
Negaciones.

   Kimberly descansaba en su cama cómodamente, recordando los besos que por la mañana le daba a Rafael en el colegio.

   La actitud que ella ha estado tomando últimamente con Rafael es muy impulsiva, dejando que sus sentimientos y emociones descontroladas sean las principales protagonistas en la especie de relación amorosa que ambos comparten.

   Al terminar la hora de recreo tuvo que hablar con Samuel ya que él la andaba buscando y llamando al celular, incluso él le dijo que hasta le pidió el favor a Merlina para que la llamara. Samuel estaba molesto; pero Kimberly lo calmó con unos besos y supo manipularlo para que no crecieran más los problemas entre ellos.

   Samuel le ha estado mandando mensajes de texto, los cuales ella le responde con stickers y emojis emotivos para que entienda que no está molesta por los reclamos y que todo está bien.

   Kimberly calmaba sus emociones escuchando música urbana con sus audífonos mientras permanecía acostada en su cama; pero su momento de calma fue interrumpido cuando pudo escuchar algunos gritos de su mamá que provenían de la sala de la casa.

   Kimberly se quitó uno de los audífonos y frunció el ceño para poder tratar de entender los gritos de su mamá. Luego de unos segundos entendió que aquellos gritos eran por un discusión que estaba teniendo con el papá de Kimberly.

   Cuando Kimberly llegó a la sala se encontró con una escena llena de discusiones entre sus padres, aparentemente por algo muy serio.

—¿Qué está pasando aquí? Mamá, tus gritos se escuchan desde mi cuarto.

—Es por culpa del miserable de tu papá. Ahora resulta que está asistiendo a una iglesia. ¿Lo puedes creer?

—Pensé que aún no se lo contarías —le dijo Kimberly a su padre, volteando a mirarlo.

—Yo no se lo dije. Se lo dijeron las vecinas.

—¿Tú lo sabías, Kimberly? ¿Desde cuándo?

—Desde hace unos cuantos días atrás. Papá me lo comentó cuando estábamos él y yo cenando en la mesa. Sabía que reaccionarías de esta manera.

—¿Obligaste a Kimberly a que no me dijera nada?

—No la obligué, simplemente le pedí el favor que aún no te lo comentara.

—De igual forma te lo comentaría pronto, mamá. Sabía que esta locura de mi papá traería problemas.

—¿Es en serio, Kimberly? —preguntó su papá, sorprendido por la indiferencia de su hija.

—Papá, entiende que te lavarán el cerebro en esa iglesia. ¿Cuánto dinero te está pidiendo el pastor? ¿Acaso aún no te ha dicho que le dones tu casa y tu carro?

—Sería el colmo que ese pastor te pidiera mí casa —dijo Maryuri con un tono sarcástico —. Mucho más ridículo sería que tú decidieras en dársela, Calixto.

—Obvio que no le daré la casa, Maryuri. Este lugar también le pertenece a nuestras hijas. Yo no soy tan loco para dejarlas en la calle. ¿Por qué se les hace difícil entender que yo simplemente estoy de oyente porque quiero saber un poco más de Jesús?

Tóxicos: Muy DañinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora