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Rihia

Cuando digo que todos los ojos estaban sobre mi, juro que no exageraba. Por lo visto, nadie esperaba que alguien como yo pudiera derrotar al gran Toruk Makto, y aunque cierto orgullo recorriera cada uno de los poros de mi piel, la incomodidad del momento conseguía eclipsarlo.

Entre todos los espectadores pude distinguir a Net' que parecía bastante más recuperado; hoy ya era capaz de mantenerse en pie por si solo. Quería correr hacia él, abrazarlo y sentir el calor de su cuerpo envolviéndome, los latidos de su corazón en mi oído... quería escucharlo decir que todo saldría bien, que pronto se recuperaría por completo y huiríamos, volveríamos a casa.

Sus ojos se encontraron con los míos, brillaban, orgullosos. Baje mi mirada a su hombro y entonces entendí todo; la Tsahik reposaba su mano sobre su hombro, no hablaba, simplemente observaba y trataba de asimilar los hechos al igual que muchos de los presentes.

Entonces até mi cuchillo a mi cintura y me acerqué lentamente a mi adversario; este no parecía tan impresionado como la Tsahik del resultado del combate, pero aun así parecía absorto en sus pensamientos.

Despacio y sin intención de parecer amenazante, le extiendo su cuchillo agarrándolo del filo, de esta forma la empuñadura quedaba mirando en su dirección. Él reacciona ante ello agarrándolo con cuidado y poniéndose en pie. Estaba a punto de darme la vuelta cuando escucho un susurro salir de sus labios, uno que juraría que solo yo había escuchado.

- Buen combate, gran guerrera. - dice él, yo sonrío internamente, orgullosa de que alguien por fin me hubiera reconocido por lo que realmente soy y no por lo que ellos creen que soy.

Me doy la vuelta y sin decir una palabra comienzo a caminar, la gente abre el circulo dándome paso, era una pena que temor fuera lo único que podía apreciar en ese gesto. No me detengo hasta llegar al que es mi marui.

Me siento en el suelo de la estancia, pese haber ganado, Toruk Makto era un muy buen guerrero y el combate había sido agotador.

El vaivén de las olas era lo único que se escuchaba a metros a la redonda, cosa que me ayudaría con la tarea de descansar. Aunque no quiera admitirlo, el ruido de las olas chocando contra las rocas del arrecife no era tan desagradable como en un principio me parecía.

Paso mi mano por la tela de mi atuendo, resistente y ligera, sonrío ante el tacto. Llevo mi mano al extremo de mi cadera y desato de mi atuendo inferior el cordón de canciones que llevo en él. Mi cordón de canciones.

En su inicio hay una pequeña y brillante piedrecita blanca representando mi nacimiento; a esta le siguen otras cuantas coloridas piedrecitas, pero no son muchas las que separan mi nacimiento de una piedra un poco más grande que el resto de un tono purpura. Una de las piedras del cordón de mamá. Representando su muerte apenas un año después de mi nacimiento. La acaricio con la yema de mis dedos para continuar inspeccionando mi propia historia.

Más piedrecitas la siguen hasta que después me topo con una redondeada pieza ambarina, sonrío ampliamente al poder distinguir dos gotas de sangre en su interior. Una de Ruhna y otra mía. Representando el día en el que una Rihia de ocho años y una pequeña Ruhna de tres se encontraron, creando un vinculo mucho más fuerte que cualquier otro hecho mediante el tsaheylu incluso; el principio de una amistad para toda la vida.

El cordón continúa y en él se pueden distinguir otros acontecimientos, como la primera vez que me vinculé a un Ikran, o el día en el que me convertí oficialmente en una guerrera Huyuticaya.

Me encuentro con una piedrecita no muy grande pero infinitamente hermosa; es azulada con motitas doradas adornándola. Vuelvo a sonreír inconscientemente, esta piedrecita me la encontré en el mismo rio en el que conocí al skxáwng, representa el día en el que lo conocí.

Mi sonrisa se borra cuando mis dedos tocan una piedra negruzca, entonces miro hacia arriba, y por uno de los pequeños agujeros que adornan el techo del marui diviso el cielo aun claro y parcialmente soleado. Podría ser un gesto simple a ojos del resto pero para mí era reamente importante, ya que me recordaba que ahí arriba, en alguna de las muchas estrellas que ahora descansaban dormidas, Metya me observaba y cuidaba día y noche. Finalmente suelto de entre mis dedos la oscura piedra que representa su muerte.

El rumbo de mis pensamientos cambia al ver una figurita tallada en madera blanquecina. El símbolo del clan Huyuticaya. Una muestra de mi compromiso y lealtad hacia el clan. La promesa de estar dispuesta a hacerme cargo de él si la primera Tsahik caía.

Mis dedos siguen recorriendo el cordón y dan con una curiosa piedrecita; esta es completamente transparente, muy parecida a un cristal o diamante. Me siento estúpida al darme cuenta de que mis mejillas ardían del sonrojo. El día en el que me conecte en cuerpo y alma al skxáwng. Eso era lo que representaba.

Mi sangre parece congelarse cuando doy casi con el final de mi cordón; una última e importante pieza se encuentra ahí. Siento como mis ojos comienzan a nublarse ante el recuerdo y hago todo lo posible por controlar mi respiración que ahora parecía no llevar un orden sensato.

Acaricio muy suavemente una pequeña piedrecita que podría pasar realmente desapercibida si no fuera por el color granate que tan distinto era del resto de piedrecillas que adornaba el cordón. No representaba ningún logro, tampoco la marcha de Neteyam, no. No era más que otra muerte, una tan dolorosa como las anteriores.

Acerco el cordón a mí y poso un pequeño beso en la piedrecita, después ato el cordón donde estaba inicialmente y cierro suavemente los ojos. Entonces le vuelvo a preguntar a Eywa, otra vez, el porqué de lo ocurrido aquel día. Como de costumbre, no responde a mi pregunta.

Tanhì Taw ( Neteyam Sully )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora