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Ao'nung

Me quedé completamente quieto, inmóvil, la sangre no parecía fluir por mis venas ahora mismo... Quería correr, gritar, preguntarle a la gran madre que se supone que estaba ocurriendo aquí... pero no logré nada de eso; ninguno de mis músculos respondía, tampoco mi voz, de pronto sentí como el aire de mis pulmones comenzaba a abandonarme lentamente...

Tenía miedo... no, era mucho más que eso, estaba atemorizado.

Entonces siento como una mano envuelve mi brazo llevándome hacia ella, hacia la oscuridad de los túneles, galerías y pasadizos que se entretejían a nuestras espaldas. Mi voz no volvió a mi hasta el momento en el que mi espalda chocó contra la fría y húmeda pared de piedra.

- ¿¡Que demonios a sid... - pero la mano que me había llevado hasta aquí me detiene, posándose sobre mis labios.

La oscuridad era realmente densa, aterradora; pero aun y todo había pequeños ápices de luz que conseguían filtrarse iluminando ciertas zonas incluso aquí abajo, permitiéndome así apreciar el rostro de Rihia frente al mío.

Mi alma se rompió, pedazo a pedazo, cuando vi esos preciosos ojos tratando de contener sus lagrimas en ellos. Entonces, instintivamente, la abrazo; rodeo su cuerpo con mis brazos a la vez que ella se derrumba sobre mi, intensifico mi agarre cuando sus piernas fallan y vacila con derrumbarse.

Ella no hablaba, se limitaba a rodear sus brazos al rededor de mi pecho, fundiendo así nuestros cuerpos, consiguiendo que en la oscuridad que nos rodeaba pareciéramos uno solo.

Pronto sentí como múltiples lagrimas rodaban a lo largo de mi pecho, humedeciendo también el suyo; yo comienzo a masajear su espalda, de arriba abajo, de abajo arriba, intentando así cesar su silencioso llanto.

- ¡Hey! - susurro muy bajito. - Estoy aquí, ¿sí? - una pausa. - Estoy justo aquí, y siempre lo estaré, a tú lado, para cuando sea que me necesites. - susurro llevando una de mis manos a su cabello, acariciándolo con máxima delicadeza.

Entonces su cabeza se mueve, apenas lo suficiente para dejar mi pecho y encontrar mi mirada en la oscuridad. Sus lagrimas habían cesado.

- Tengo miedo. - es lo único que sale de su boca, en un susurro, sin romper el contacto que habíamos establecido.

- Y yo... - susurro de vuelta deslizando uno de mis pulgares sobre su mejilla, limpiando así el rastro de lagrimas que había en ella.

- No... - dice, su mirada llena de intensidad. - Tú no lo entiendes.

- Pues hazme entenderlo. - digo sin vacilar un segundo. - Quiero entenderlo todo, a ti... - una pausa. - Ayúdame a entenderlo, por favor.

- No... no puedo. - su voz se quiebra. - No esta vez.

- No... no digas eso, flechas, sabes que no es verdad. - le replico. - Tú... - suspiro, intentando encontrar una manera de expresar todo lo que sentía. - He visto a decenas, centenares de guerreros a lo largo de mi vida, y te puedo asegurar que no miento cuando te digo que no conozco a nadie, absolutamente nadie en este maldito planeta, en esta jodida galaxia, que sea capaz de estar a tu altura, nadie.

- Tu mismo lo has dicho, no conoces a nadie, pero eso no quiere decir que no exista, o haya existido. - una pausa. - Esto no es como cualquier otra pelea que haya peleado, cualquier otra batalla que haya liderado... La has visto con tus propios ojos. - traga saliva con dificultad. - Ella estaba muerta, yo la vi morir, yo y muchos más... y ahora esta ahí, viva, como si nada hubiera ocurrido, como si no hubieran atravesado su abdomen por la mitad haciéndola desangrarse lenta y dolorosamente.

Me quedo sin palabras, no sé que decir ante ello, así que me limito a mirarla, a mirarla, escucharla y comprenderla; porque sabía que lo necesitaba, por encima de todo lo necesitaba, ser escuchada, sentirse escuchada, comprendida yo haría eso por ella.

- Quiero... - su voz amenaza con perderse pero ella continúa. - Quiero protegerlos, pescadito, a mi pueblo, a mi gente; a vosotros, mis amigos y familia... - mis ojos se humedecen al escucharla hablar. - Pero no puedo... y eso me aterra. - confiesa, su mirada no abandona un segundo la mía.

Entonces yo llevo mis manos a ambos lados de su hermoso rostro, a sus mejillas... las acaricio suavemente provocando que sus ojos se cerrasen ante el tacto, su húmedas y largas pestañas a la vista. Me acerco más a ella, hasta que finalmente mis labios la encuentran, se posan sobre su tersa y delicada piel... ella no hace ademan alguno por apartarse cuando mis labios besan con suavidad su frente.

"Te quiero flechas. "

Esas son tres de las muchas palabras que nunca llegaron a salir de mi boca.

Tanhì Taw ( Neteyam Sully )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora