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Rihia

Paseaba por el centro de la isla, esperando que la cercanía de los arboles, plantas, pequeños arroyos fueran capaces de despejar mi mente y permitirme encontrar alguna respuesta lógica a todo lo que estaba ocurriendo.

El mensaje enviado por el clan cercano al nuestro no hizo más que provocar tensión y preocupación entre los lideres y Zaera; que al comentarlo conmigo, además de demostrarme que confiaban plenamente en mi, hizo que me sumara a la causa y ahora miles de teorías empezaran a abarrotar mi mente.

Lo que sabíamos sobre el tema de las desapariciones de los cuerpos no era realmente mucho, intenté repasarlo todo mentalmente...

Los cuerpos que desaparecían eran desenterrados de sus tumbas, barajamos la posibilidad de que la desaparición se debiese a algo que tuvieran en común estos cuerpos entre si, pero desgraciadamente no encontramos muchas similitudes entre los casos.

Había cuerpos relativamente recientes que desaparecían, pero cuerpos que llevaran sepultados décadas también parecían faltar; por otro lado, pensamos en el estatus de estos, desaparecían tanto guerreros como lideres y grandes cabezas de ejércitos; curiosamente no se había reportado el caso de ningún niño o adolescente, tampoco de na'vis excesivamente ancianos.

Según me comentaba Zaera, hacia varias semanas que no se daban estas desapariciones, cosa que claramente les hizo bajar la guardia, algo de lo que tanto los lideres como ella estaban muy arrepentidos.

Entonces de entre todos esos pensamientos algo viene a mi mente.

envenenaste la flecha que yo mismo te regalé para usarla en mi contra...

Un escalofrío recorre mi columna vertebral al recordar aquella discusión, pero intento alejarla de mi mente concentrándome en la frase que este me dijo; no sabía realmente porque, pero algo me decía que era importante, que tenía algo que ver en todo esto.

Eywa bien sabía que yo no lancé esa flecha; en su momento no le di gran importancia, ya que cualquiera podría haber intentado atacar, y usar una flecha untada en veneno... era algo de lo más común.

Lo que realmente me daba de que pensar era el hecho de que el skxáwng mencionó que la flecha que se lanzó fue la misma flecha que él me regaló hace años. A día de hoy no la tengo conmigo, de hecho no recuerdo el día exacto en el que la perdí de vista pero... no, estaba claro, estaba empezando a perder la cabeza.

Pero solo hay; había, Rihia, había; una persona además de 'teyam que supiera sobre la flecha y para entonces ya estaba muer...

Unos susurros me hicieron detenerme en seco y ponerme a alerta, intentando averiguar de donde provenían.

Todos mis sentidos se relajan al divisar una joven na'vi entre la vegetación. Kiri. Sí, esa era mi gran amiga.

Aunque me llevase realmente bien con todo mi grupo de amigos, sentía que la amistad que tenía con Kiri era distinta, especial; igual de especial que la que tenía con el skxáwng pero en otro sentido, no se como explicarlo, simplemente lo era.

Mi amiga se encontraba sentada en el suelo, con sus piernas cruzadas, recitándole algún tipo de rezo a la gran madre. Yo me acerco silenciosamente y toco su hombro.

- ¡Por la gran madre! - exclama llevándose una mano al corazón. - ¡Casi me matas del susto!

- Yo también me alegro de verte. - rio para luego sentarme a su lado, copiando su postura.

- Lo siento. - dice apartándose un mechón de la cara. - Me alegra verte, ya sabes, sana y salva.

Puede notar cierto nerviosismo en su voz, y la intriga de a que se debía empezó a hacérseme insoportable.

- ¿Todo bien?

Kiri apenas me da tiempo para hablar ya que me suelta lo siguiente tan rápido que necesito un par de segundos para asimilarlo todo.

- Las desapariciones se han vuelto a retomar. - yo me hago la sorprendida y pregunto.

- ¿Que? ¿Estas segura? ¿Cómo lo sabes? - añado esto último ya que según tenía entendido esa información era ciertamente confidencial y necesitaba saber como Kiri supo de lo ocurrido.

- Lo'ak y Tsireya escucharon a los lideres discutir sobre el tema. - hace una pausa bajo mi atenta mirada. - Ya sabes, estaban donde, y cuando no debían.

- ¡Vaya! - retomo mi papel de sorprendida.

Entonces un silencio, para nada incomodo, reina en el ambiente; mi amiga se encarga de romperlo poco después.

- ¿Es esto justo? - pregunta con la mirada perdida.

- No lo es; nunca lo ha sido... nunca lo será. - digo agarrando su mano.

Ella parece reaccionar ante mi toque, ahora me mira a los ojos fijamente, para hacer una pregunta que me deja helada durante más de lo esperado.

- ¿Alguna vez has sentido como si Eywa te hubiera dado la espalda? - me pregunta, en sus ojos no pude hallar más que vacío.

- Alguna vez... - ella me mira y me hace un gesto para que compartiera con ella la anécdota. - Nooo

- ¡Sí! Por favor... - dice mirándome suplicante.

- Esta bien... Pero no quiero que te pongas sensible ni nada de eso ¿sí? - ella asiente posicionándose frente a mi. - Esto paso hace ya un tiempo... - digo agarrando mi cordón de canciones y señalando esa pequeña piedrita casi al final del cordón.

Aleya

A veces, por razones que no se pueden llegar a explicar, la vida decide ponerte en lugares y momentos de lo más inesperados, este parecía ser uno de ellos.

Caminaba tranquilamente por la zona más frondosa de la isla, recolectando yerbas con las que luego pondría en practica lo aprendido con la Tsahik en la lección de hoy, cuando de pronto me parece escuchar unas voces un tanto familiares...

A unos pocos metros de mi, sumidas en su conversación, Kiri, la hermana adoptada de los Sully, y Rihia, la no tan nueva invasora, se encontraban.

Tenía pensado irme, pasar de largo... pero entonces escucho algo que realmente me impacta. Podría decirse, que por un mínimo instante, pude llegar a sentir el dolor en las palabras de la forastera.

Rihia

El tiempo era algo que nunca dejaría de fascinarme. No se podía detener, tampoco avanzar, nada ni nadie tenia control sobre él...

Estaba sentada en el interior de mi marui trenzando ciertos mechones de mi pelo, tan blancos la luna una noche estrellada. En estos últimos meses, gracias al pasar del tiempo, mi pelo había crecido bastante, y recogiéndolo en trenzas era la única manera de mantenerlo ciertamente a raya.

Mi tranquilidad se ve interrumpida cuando unos cuantos gritos se escuchan a las afueras del marui. Termino la trenza en la que trabajaba para ponerme en pie y salir de este.

No tenía palabras para describir el horror que se presentaba ante mis ojos; niños y familiares gritaban y corrían escondiéndose en sus hogares, pelotones de guerreros armados corrían perdiéndose en el interior del bosque, un fuerte viento parecía levantarse...

Miré hacia arriba, instintivamente llevé mis manos a mis orejas protegiéndolas del ruido, uno provocado por tres helicópteros que se dirigían al centro de la isla.

Avatares.

Tanhì Taw ( Neteyam Sully )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora