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Neteyam

Si aun no he perdido la noción del tiempo, hoy deben de haber hecho 273 desde que dejé aquel bosque atrás.

El viaje, esta siendo más largo, duro, y cansado de lo esperado; hay días en los que me despierto y me pregunto como habrían sido las cosas si ella se encontrara a mi lado. Otros me despierto y me pregunto si ella en algún momento tenía planeado acompañarme.

A estas alturas todos los días me parecían iguales. La rutina era sencilla, me despertaba con los primeros rayos de sol y tras comer algo, y como no, alimentar también a Errol, decidíamos que rumbo tomar. El mapa ya se encontraba repleto de flechas, marcas y garabatos; estas se debían a que cada vez que llegábamos a un nuevo lugar, además de hacer una marca en él, ya fuera en algún árbol o cueva, también lo marcábamos en el mapa. Así nos asegurábamos de no perdernos.

Y aunque los viajes fueran cansados, lo peor llegaba cuando la noche se apoderaba de todo, incluso de mis pensamientos.

Él simple hecho de admirar la belleza de la noche me recordaba a ella, y a veces, mientras observaba las estrellas, imaginaba que ella a kilómetros de distancia también las miraba, y eso me tranquilizaba. Me obligaba a convencerme de que ella estaría bien.

Pero desafortunadamente no todas las noches eran así. Algunas me enfadaba; no con ella sino conmigo mismo, por no ser capaz de entender lo que pasó. Ella y yo nos unimos ante Eywa, ella nos aceptó, yo lo sé, lo sentí, pero por alguna razón para Rihia no fue lo mismo.

La unión para los na'vi era algo sagrado. Ya no era el hecho de aceptar que te unirías a tu compañero de vida hasta el último de tus días, era el hecho de que ese acto de intimidad podría conceder una nueva vida. Hay noches en las que sueño con ella, con aquel momento o con lo que podría haber sido nuestro futuro, y eso me frustra aun más, porque en todos esos sueños tanto ella como yo somos felices.

Tras dejar atrás todos mis pensamientos cierro los ojos y trato de conciliar el sueño, esperando a que otro día más termine y la noche le de comienzo a uno nuevo.

Por cierto, y antes de que se me olvide, hoy es mi decimoctavo cumpleaños; ¡vaya como pasa el tiempo aquí!

Y como si me hubiese leído el pensamiento, Errol, que descansa a unos metros de mi, emite un melodioso gruñido entreabriendo un poco uno de sus grandes ojos. Su acción me hace sonreír.

- Iráyo Errol, gracias por todo. - le digo a la gran bestia estirando mi mano para poder acariciar su cuello.

Otro gruñido, esta vez algo más triste, casi melancólico. Bueno, al parecer no soy él único que la extraña. Vuelvo a cerrar los ojos y esta vez si soy capaz de conciliar el sueño.

La mañana siguiente empieza como cualquier otra; para cuando me despierto, Errol ya esta peinando cada una de sus plumas.

No se si lo he mencionado antes, pero pese a que Errol es un Ikran, hay diversas diferencias entre los Ikran que habitan el bosque Omaticaya y los que habitan los bosques Huyuticaya.

Para empezar, aunque el tamaño sea similar, Errol y los iguales a él, tienen una cola bastante característica ya que esta es más larga en comparación a los Ikran que yo conocía, además las plumas que contenían al final de esta además de ser más eran algo más largas.

Rihia me explicó que estas diferencias se debían a que al contener ciertas plumas en la zona de las alas, necesitaban una cola más fuerte y larga para poder mantener el equilibrio durante el vuelo.

Aun así eran distintas a las plumas que los Ikran de los bosque Omaticaya poseían al final de su cola; estas eran fuertes y duras, sin embargo, las de Errol eran todas de una textura distinta, eran resistentes pero no parecían ser tan duras. Según lo que Rihia me había dicho, se debía a que al tener tantas tenían que ser ligeras para permitirles volar sin problemas, pero capaces de mantener el calor corporal por las frías noches.

Entre otras diferencias, aunque ahora a la luz del sol no se percibiese, poseía trazas bioluminiscentes en estas plumas, muy útiles para los vuelos nocturnos.

Tras echarle un ojo al mapa y proveernos de comida, subo sobre el lomo de Errol, quien emite un gruñido de entusiasmo ante la sensación de crear el vinculo.

Y aunque el día 274 pareciese uno como otro cualquiera, estaba más que equivocado, pero de eso no me daría cuanta hasta mucho después, hasta que la noche me diese la bienvenida. Cuando el momento llegase, no se me haría complicado divisar que no muy lejos de nosotros un arrecife que claramente era habitado por na'vis se encontraba, ese que tanto tiempo llevaba buscando, ese al que llamaba hogar.

Tanhì Taw ( Neteyam Sully )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora