Capítulo 3

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Han pasado dos semanas en las que he estado de nuevo en París, Milán y Madrid. Concretamente, acabo de llegar de ésta última y lo único que quiero es tumbarme en la cama y dormir. Y eso es lo que hago ya que ni siquiera tengo que saludar a mis padres ya que salieron por ahí y no volverán hasta mañana para las calabazas.

El 1 de noviembre siempre preparamos las calabazas de Halloween. Sí, lo lógico sería hacerlo el 31 de octubre, pero a mi madre le gusta hacerlo ese día ya que "se siente más otoñal". La verdad es que creo que la primera vez que quiso comenzar la tradición, se le olvidó preparar las calabazas y lo trasladó al día siguiente. Mi madre no lo ha confirmado, pero cuando dijo eso, mi padre nos guiñó el ojo y no hay que ser muy inteligente para saber que su justificación es una excusa. Pero para no herirle los sentimientos nunca le hemos dicho nada.

La cama me arropa y yo me hundo en ella feliz de por fin poder descansar. Me gusta mi trabajo, pero es agotador.

— ¡Despierta!

No me da tiempo a reaccionar porque un cubo de agua me cae encima.

Abro los ojos del susto y Max me sonríe.

— ¿Qué haces? —Me levanto corriendo para golpearle.

—Gabe te estaba llamando y como no le hacías caso, decidí despertarte yo. —Se encoge de hombros con una sonrisa medio torcida.

Golpeo el brazo de mi hermano.

— ¡Gabe!

Mi amigo está riéndose en la puerta.

— ¿Pero tanto he dormido? ¿Qué hora es?

—Son las siete. —Responde intentando no reírse más.

He dormido cinco horas. Cinco puñeteras horas. Y siento que no he dormido nada.

—Voy a ducharme. Max, cámbiame las sábanas.

— ¿Qué? ¿Por qué yo?

—Porque tú me has echado el agua encima y no vamos a decirle a nadie que nos las cambie.

— ¿Y Gabe?

—Gabe tiene que preparar mi disfraz.

— ¿Le has dejado que él te escoja el disfraz? —Lo miro mal.

—No he visto nada que me gustara y además, la última vez que te dejé elegirme disfraz decidiste disfrazarme de tostada.

—Yo iba disfrazado igual.

—Sí, y Elle, y de los tres, el único que ligó fuiste tú.

—Exactamente, era perfecto.

Es igual de protector que mi padre.

—Mira, Max, hazme la cama.

Suspira.

—Nos vemos luego.

— ¿También vienes?

—Obviamente.

— ¿De qué irás disfrazado? —Pregunto.

—Ya lo verás.

Me río y me voy al baño dejando que él haga lo que quiera.

Seguro que se disfraza de cualquier tontería. Siempre ha sido así. No tiene sentido del ridículo aunque sí un gran sentido del humor.

Salgo de la ducha y cuando me seco el pelo, salgo del baño para encontrarme a Gabe ya disfrazado de...

— ¿Eso es un disfraz? ¿Eres un gato? —Pregunto sin creer lo que estoy viendo.

Mi amigo va de una especie de gato. Y digo especie porque lo único que tiene de gato es un antifaz que le cubre la parte de arriba de la cabeza, la nariz, y tiene unas orejas. Porque lo demás... madre mía lo demás. Una camiseta de rejilla con unas tiras negras, unos pantalones cortísimos de cuero que le marcan... ¿qué no le marcan? Por Dios. Y los tacones de aguja negros.

—Efectivamente. ¿No has visto las orejas? —Se las señala.

—Sí, pero es que esto —lo señalo entero— me ha despistado un poco.

—Bueno, ahora te toca a ti.

Con el shock del momento ni me he percatado en mi disfraz, y nada más verlo me arrepiento.

—Gabe, te quiero, pero no puedo salir de aquí con esto. Mi hermano me matará, y antes de que me digas que él no decide sobre mí y todo eso, no me siento cómoda llevando eso.

—Eve, eres modelo, has salido en ropa interior para marcas así que no me vengas diciendo que no te sientes cómoda.

—Bueno vale, es trabajo. Pero Gabe...

—Vamos a hacer una cosa, póntelo y si ves que no te convence te pones algo debajo y ya está. —Me interrumpe.

Cogí la ropa interior, el "disfraz" si se podía llamar así y me lo coloqué. Antes de salir a que Gabe lo viera, me miré en el espejo.

—Vale, quizás no es tan malo como parece.

El vestido era negro, de terciopelo, tenía un escote en forma de corazón con unos tirantes que se volvían mangas largas. Si levanto los brazos cae una tela imitando las alas de un murciélago. El vestido terminaba por la mitad de mi muslo, en forma de picos justo por debajo de unos ligueros de rejillas. Y unos botines negros.

Salgo.

— ¿Qué dices?

—No está tan mal.

—Te lo dije. —Me da una vuelta—. ¿Llevas sujetador?

Niego con la cabeza.

—No hace falta.

—Bien, pero se te notan las bragas.

— ¿Qué?

—Se te notan. —Toca el filo de ellas con los dedos—. Tienes que quitártelas.

— ¿Qué dices?

—Lo que oyes, no queda bien.

—Gabe, no voy a quitarme las bragas cuando esto es como si no llevara prácticamente nada.

—Pues eso, ¿qué más da?

— ¿Y si me entra un bicho?

—No te va a entrar. Para salir tienes este abrigo-capa y después es un recinto cerrado. Ningún bicho entrará por ningún agujero que tú no quieras. A no ser que quieras.

Pongo los ojos en blanco.

—Nadie va a entrar por ningún agujero.



Hola a todos! Después de una semana y pico sin publicar por fin subo capítulo. He terminado por fin el TFM por lo que ya tengo más tiempo para ir subiendo capítulos de forma más seguida.

Besos, Lucía

Besos, Lucía

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Entre los dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora