Capítulo 8

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Pasan varios días en los que me encuentro sumida en trabajos, trabajos y algún que otro examen online. Estoy cansadísima, pero sé que todo esto terminará mereciendo la pena.

Me froto los ojos con las manos y decido ir a por un zumo ya que me duelen de estar tanto tiempo concentrada. Me tomaría un descanso, pero me conozco demasiado bien y sé que en el momento en el que pare, ya no volveré a retomarlo hasta mañana. Y me queda demasiado poco como para dejarlo. Cuanto antes acabe, antes comenzaré con el siguiente, que ya es el último. Y menos mal.

Normalmente estudio en mi cuarto, pero hoy me apetecía irme al comedor del salón ya que, con los ventanales de cristal, hay mucha claridad. Además, mis padres han salido un momento a comprar no sé qué y la casa se encuentra vacía sin ningún tipo de distracción (cosa difícil cuando me distraigo con mucha facilidad).

Mientras me lleno el vaso con el zumo, me es inevitable pensar en Finn. Ahora mismo me estaría persiguiendo por la casa y haciéndome compañía. Después de tantos años y aun así sigo echándolo de menos y eso que han pasado diez años.

Mis padres pensaron en adoptar otro perro, y nos preguntaron al respecto, Max quería ya que decía que podíamos darle un buen hogar a otro durante el tiempo que estuviera con nosotros, pero yo me negué. En aquel momento no estaba preparada para darle amor a otro perrito, supongo que por miedo a que fuese una especie de sustituto, y ahora... creo que sigo sin estar lista para dar el paso. Sé que lo haré porque mi hermano tiene razón, pero... ahora mismo no puedo.

Llaman al timbre y como no hay nadie, he de ser yo la que abra la puerta. Me paso una mano por el pelo intentando peinar los pelos sueltos de la coleta. Pero sé que no ha servido para mucho.

Miro por la rendija y ahí está.

Abro la puerta. pero no demasiado, planteándome si dejarlo entrar o no.

— ¿Qué haces aquí?

Pone los ojos en blanco.

— ¿Me dejas pasar?

—No hasta que me respondas.

—Tu padre quería hablar conmigo sobre una cosa del equipo.

—No está aquí. Ven después.

Intento cerrar la puerta, pero me lo impide poniendo el pie.

—Me ha dicho que lo esperara ya que estaban de camino.

Refunfuñando lo dejo entrar.

Andamos hacia el salón, e intentando ser educada cuando lo que quiero es pegarle una patada, decido preguntarle si quiere algo de beber.

—Agua estaría bien, gracias.

Asiento y me voy dejándolo ahí.

Me tomo más de tiempo en preparar el vaso. Con la esperanza de que en lo que tardo, mis padres lleguen, pero parece ser que no.

Cuando llego lo veo ojeando en mis apuntes.

Mierda.

Nadie sabe esto a excepción de contadas personas.

—Aquí tienes.

—Has tardado bastante.

—Bueno... —cambio de tema—, ¿mirando asuntos ajenos?

Me sonríe de forma ladeada.

Me coge el vaso y le da un trago.

—Estaban aquí y me entró curiosidad. ¿Qué son?

—Es un trabajo sobre derecho internacional.

Me mira sin entender.

Suspiro.

—Estoy estudiando Relaciones Internacionales, y tengo que hacer un trabajo.

Me voy colocando en mi sitio en lo que él se me queda mirando sin decir nada.

—No lo sabía.

—Casi nadie lo sabe. —Contesto mientras me coloco para seguir con el trabajo.

— ¿Por qué?

—Porque no quiero.

— ¿Por qué?

Pongo los ojos en blanco.

—Estoy intentando seguir con esto.

— ¿No puedes hacer dos cosas a la vez?

—Puedo, pero no quiero.

— ¿Por qué?

Será insistente.

—Porque no sabía si podría con todo, así que decidí no decir nada. Y ahora que voy a acabar, pues lo diré cuándo lo haga.

— ¿Acabas ya?

—Sí, este es mi último año.

—Vaya.

— ¿No te lo esperabas?

—No, pensaba que...

— ¿Qué era una cabeza hueca?

—Yo no he dicho eso.

—Ahora no, pero eso no quiere decir que no lo hayas pensado.

—Nunca lo he pensado.

Parece dolido, pero sé que miente porque lo he escuchado.

—No mientas.

—No miento.

—Roderick, te he escuchado más de una vez decir que las modelos son estúpidas.

—Modelos en general no tú en particular.

—Bueno, perdón por sentirme aludida. Supongo que como soy modelo, no he sido capaz de pensar en nada de eso.

Abre la boca para responder, pero entonces aparecen mis padres por la puerta interrumpiéndonos.

— ¡Vaya! ¡Pero si no están discutiendo! —Exclama mi madre.

Pongo los ojos en blanco y vuelvo a lo mío dando por concluida la conversación.

Por mucho que diga que no se refería a mí, no quiere decir que no lo piense.

Me pregunto qué fue lo que pasó para que de repente cambiara su actitud conmigo. Me intento convencer de que no me hace falta, de que así es la vida, pero a veces... A veces me es inevitable no recordar nuestra infancia cuando nuestra relación era totalmente diferente.



Nos vemos xoxo

Nos vemos xoxo

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