Capítulo 26

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Elle y yo dejamos las cosas en la que será nuestra habitación por una semana. Porque la siguiente semana será toda mía. O eso espero, porque como me metan a alguien, me muero. Lo que me faltaba ya.

Mientras que yo me pongo a deshacer la maleta, mi hermana está con el móvil haciendo lo que supongo que será responder mensajes.

— ¿Por qué no deshaces ya la maleta? Es mejor si lo haces una vez llegas al sitio para que después no te entre la pereza.

Mi hermana me mira poco convencida.

—Pensaba dejarla así hasta que me tocara volver.

— ¡Elle! ¡Pero se te arrugarán las cosas!

Se encoge de hombros.

—Las dejo colgando, y en algún momento se le caerán las arrugas.

Niego con la cabeza y cuando acabo de guardar mis cosas, termino por hacer lo mismo con las suyas.

—Gracias, esclava.

Cojo el cojín que está en mi lado de la cama, y se lo tiro a la cabeza.

— ¡No soy tu esclava!

—Pues yo creo que te he entrenado muy bien.

— ¡Elle!

Me tiro encima suya en lo que le doy con los cojines.

— ¿Y todo este alboroto a que se debe?

En el momento en el que escuchamos la voz de la abuela Lambert, mi hermana y yo nos paralizamos.

— ¡Marietta! —Exclamamos en lo que vamos a abrazarla.

Sí, puede que Sabrina no se lleve muy bien con ella, pero con nosotras la abuela de Gabe siempre se ha portado genial.

— ¡Qué de tiempo sin veros! ¡Estáis más guapas que la última vez que os vi!

—Pero si nos vimos en el cumpleaños de Gabe, y eso fue como hace un mes. —Contesto riéndome.

Ella pone los ojos en blanco.

—Eve, cuando alguien te da un cumplido, no replicas, lo agradeces. ¿Entendido?

—Sí... —Respondo como si fuera una niña chica.

De repente empiezan a escucharse voces. Lamentablemente parece ser que la familia Lambert ya está al completo. Cuando llegamos, todavía no había llegado nadie, con la llegada de la abuela Lambert, significa que los demás ya han llegado o están a punto.

Marietta sale de la habitación y automáticamente la seguimos. No es como que tengamos muchas más opciones, si no lo hacemos, probablemente nos grite para que estemos con ella en el menor tiempo posible.

Efectivamente, en cuanto bajamos vemos cómo mis padres ayudan a los demás con las maletas. Gabe, sus padres y hermano están cargando no sé cuántas maletas.

— ¡Mamá! ¿Cómo puedes traer dos maletas? —Se exaspera Gabe.

— ¡No te quejes que tú has traído tres! ¡Y yo me quedo una semana más! —Responde su madre que estaba hablando con la mía.

Mi amigo pone los ojos en blanco y cuando nuestras miradas coinciden sé que quiere que lo ayude con las maletas. Sobre todo, porque nuestras madres no parecen tener ninguna intención por ayudar.

Escucho la risa de Roderick y automáticamente mi mirada va hacia donde se encuentra. Me mira por unos segundos, pero rápidamente se centra en mi hermano que le está contando no sé qué.

—Anda, tráeme eso. —Le digo a Gabe en lo que le arrebato la maleta pequeña que trae encima de una más grande.

—Podrías haber cogido esta.

Entre los dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora