Epílogo

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Cinco años más tarde

No puedo creerme que haya llegado este momento.

Estoy en la sala de parto. Sí, yo, Eve James Kilian-Lambert estoy embarazada y a punto de dar a luz.

Me pongo a pensarlo y aún no me lo creo.

Bueno, hasta que me viene una contracción y entonces todo eso se me quita.

No puedo creer que esté aquí.

Que nos vayamos a convertir en padres de un bebé.

Porque no sabemos el sexo. Yo quería que fuera sorpresa y Roderick está convencido de que será varón porque en su familia nunca ha habido niñas.

¿Yo qué creo que es? Pues no lo sé y tampoco es que me importe mucho la verdad, lo importante es que esté bien cuando llegue.

Que espero sea dentro de cinco minutos porque esto duele.

— ¿Cómo estás? —Me pregunta una de las enfermeras.

—Bien, aunque si se diera prisa, sería mejor.

La mujer se ríe y yo lo que quiero es decirle que se meta la risa por donde le quepa.

Me ponen la epidural porque, aunque sé que el cuerpo está preparado para aguantar esto y que tiene que ser una experiencia, la verdad es que no quiero sufrir por sufrir.

La enfermera se marcha y nos deja a solas.

Roderick lleva andando de un lado a otro desde que llegamos, lo que me pone más nerviosa aún.

— ¿Vas a dejar de moverte en algún momento? —Pregunto.

Me mira cómo si le hubiera despertado del trance en el que se encuentra.

— ¿Debería? ¿Necesitas algo? ¿Agua? ¿Hielo? ¿El bebé está bien? ¿Tú estás bien?

Pongo los ojos en blanco, aunque sonrío.

—Estaría mejor si mi marido se pusiera a mi lado.

Sonríe y viene hacia mí. Me da un beso en la frente.

Conforme van pasando las horas me van informando que cada vez queda menos. Intento aprovechar lo que puedo durmiendo porque cuando nazca no podré pegar ojo apenas.

Tengo ganas de conocerlo.

—A ver... Eve ya has dilatado, es hora de empezar a pujar.

La verdad es que notaba cómo mi cuerpo me lo pedía, pero sin médicos no me atrevía a hacer nada. Menos mal que Roderick fue a por ellos.

Empiezo a pujar no sé cuántas veces.

Mi marido me anima y yo aprieto su mano dejándola blanca de la fuerza.

Grito y siento que me quedo sin aliento.

Madre mía, quiero que nazca ya.

Y parece que me escucha porque entonces lo escucho llorar y me emociono. Y miro a Roderick y creo que llora también.

Está aquí.

Se queda en mi pecho y nos quedamos los tres tranquilos como en una especie de sueño. Ahora en casa seremos cinco, nosotros tres, Olaf y Copito. Y quién sabe si en el futuro la familia seguirá en aumento.

—Estoy en una nube. —Logro decir aun mirando el cuerpecito que tengo en mis piernas.

—Yo también.

Al día siguiente viene toda la familia a conocer al bebé. Han hecho apuestas sobre su sexo.

—Yo no sé para qué habéis hecho nada si sabéis que será un niño. —Dice Sabrina.

Mi padre pone los ojos en blanco y se acerca a la cuna para ver mejor a nuestro bebé.

—Sea lo que sea es precioso.

Mi hermano sonríe con su hija en brazos, quien, aunque ya no es tan bebé para nosotros es como si lo fuera.

— ¿Nos vais a decir ya que es? —Pregunta Elle quien sostiene a...

— ¡Bebé! —Dice mi sobrina.

Creo que es la que más emocionada está de todos los que se encuentran aquí.

Roderick me mira y asiento dejando que sea él el que tome la palabra, después de todo no es lo que se pensaba.

—Os presentamos a Hailey Mark Kilian-Lambert.

— ¡La primera niña Lambert! —Exclama Sabrina.

Y creo, creo que su abuelo paterno se ha emocionado y todos los demás.

Y yo, yo me siento muy afortunada.


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