Capítulo 41

62 6 1
                                    

No sé lo que va a tardar Roderick en venir. Ni siquiera sé si los jugadores comparten habitación o no y tiene que esperar a que su compañero se duerma para venir.

En lo que viene y va, me ducho, me seco el pelo y me pongo la lencería con la que me hicieron la sesión de fotos en París que le gustó. Tampoco creo que la mantenga demasiado tiempo puesta pero bueno, le alegrará la vista.

El tiempo pasa y Roderick no viene, tampoco me manda nada para decirme si tiene pensado pasarse por aquí o no. Suspiro y decido ponerme un albornoz que han dejado en la habitación mientras lo espero.

De repente recibo una video llamada, es Gabe. Intento cerrarme lo máximo posible el albornoz y que no se vea lo que llevo debajo. Al menos me ayudará a matar el tiempo.

— ¡Hola! —Exclamo.

— ¡Hola! —Me saluda—. No sé nada de ti desde que te fuiste a París, ¿cómo has estado?
Si yo te contara.

—Pues como siempre, muy ocupada. Hemos venido mi madre y yo a ver el partido. ¿Y tú? Vi las fotos de Shaileene.

—Eso no es importante, estuvo bien pero su hermano...

— ¿Su hermano?

—Guapísimo, enorme, espalda ancha, altísimo, madre mía, Eve.

— ¿Y? —Pregunto aun sabiendo lo que me va a contar.

—Me lo comí. Entero.

— ¡Gabe!

— ¿Qué? Algunos queremos disfrutar de nuestra vida sexual.

— ¡Oye!

—Es verdad. —Escucho cómo se abre la puerta, sin que se me vea le hago un gesto a Roderick para que guarde silencio—. Que yo sepa desde que me abandonaste en Halloween con a saber quién, no he sabido nada de ti. Por lo que me concierne, tu entrada ha vuelto a tener telarañas.

Miro a Roderick que intenta contener la risa.

Y encima yo me he puesto roja como un tomate.

Me encantaría decirle a Gabe que estoy bien servida desde esa noche, y que su hermano es quién se encarga de ello. Pero no puedo.

—Gabe...

—Sí, sí, lo que tu digas, pero a lo que iba, vendrá unos días a casa, y le he dicho que traiga un amigo. —Roderick ha dejado de sonreír—. No puedes decirme que soy egoísta.

—Bueno, ya veremos, sabes que tengo la agenda ocupada.

Me mira mal y sonrío.

—Tengo que dejarte. —Me excuso al cabo de un rato.

Nos despedimos y dejo el móvil en la mesita de noche.

Roderick se queda dónde estaba sin acercarse a mí.

—Hola. —Digo de repente algo tímida.

—Así que según mi hermano tienes una telaraña ahí abajo.

Me sale una carcajada.

—Bueno, han pasado varios días desde entonces.

— ¿Cuántos?

—Unos pocos. —Respondo en lo que me quito lentamente el albornoz dejando que me recorra con la mirada la ropa interior que llevo puesta.

Roderick comienza acercarse poco a poco donde estoy yo. Noto cómo mi corazón va cada vez más rápido (pum, pum), y no puedo despegar mi vista de él. Lo conozco de toda la vida, no debería ponerme nerviosa y aquí estoy sin saber qué hacer, dejando que él tome la iniciativa.

Entre los dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora