Capítulo 7

51 6 1
                                    

A la hora de merendar llega el momento esperado en el que lamentablemente tendré que encontrarme con mi peor pesadilla.

Roderick.

En otro momento diría que esto es una exageración, pero ¿de verdad debo encontrarme con toda mi familia y toda su familia y él después de haber descubierto que nos hemos acostado? Porque no puedo echarle la culpa solo a él. Ambos íbamos intoxicados así que es culpa de los dos, pero...

Dios mío. Encima, se me da fatal mentir.

Pero... si no sale el tema no estaría mintiendo, ¿no?

Por favor que Gabe no me pregunte delante de nadie. Ni siquiera mis padres me han preguntado, pero claro... ellos quizás no saben a qué hora he vuelto... no es como que tenga que pedirles permiso ni nada. En ese sentido tengo total libertad para salir y entrar.

Me cambio de ropa a algo más formal, aunque no demasiado: unos pantalones vaqueros, los tenis, y un jersey color mostaza. Me encanta llevar este color en otoño, me da la sensación de que resalta el verde de mis ojos y el castaño de mi pelo. Quizás seré solo yo.

Me recojo el cabello en una coleta alta y me retoco de nuevo el maquillaje del cuello. Lo que me faltaba ya que la gente se diera cuenta. Es como una marca de la traición, en parte es así como me siento. Sí, sé que no he hecho nada malo, pero... es inevitable no pensar en las repercusiones que puede acarrear todo esto.

Cuando estoy lista bajo al comedor donde mi madre está sacando las calabazas.

—Trae, que te ayudo. —Le digo.

Normalmente nos solemos colocar por parejas en diferentes mesas, aunque cada uno tenga su propia calabaza. Este año, parece que alguien más va a estar.

— ¿Y esta calabaza? —Le pregunto.

—Por lo que parece un amigo de Gabe vendrá también.

—Vaya.

—Yo tampoco me lo esperaba, es el chico que viene de vez en cuando. —Se refiere a Lucas.

—No pensé que lo traería.

— ¿Y por qué no si son amigos?

Me encojo de hombros.

—Este año vamos a sentarnos a partir de unos papelitos para hacerlo más interesante.

Solo espero que no me toque con Roderick, lo que me faltaba ya.

—No entiendo por qué nos sentamos así si después cada uno tiene su propia calabaza.

Mi madre me mira dolida.

Entra mi padre.

— ¿Qué pasa?

—Eve me acaba de decir que no entiende por qué nos ponemos por parejas.

Papá se pone una mano en el pecho.

—Porque así nos podemos ayudar. —Responde.

—Pero ya apenas hace falta ayuda.

—Eve... ¿en serio?

Pongo los ojos en blanco porque se está riendo de mí.

—Sois dos niños chicos.

—Puede ser. —Me contesta papá.

—Vamos a traer los cuchillos y las cucharas. —Dice mamá.

—Y las bolsas. —Añado.

—Exactamente.

Lo preparamos todo y a los pocos minutos escuchamos las voces de los demás. Supongo que mi hermana o Max han sido los que han abierto porque desde aquí no se escucha nada. Nuestra casa es demasiado grande.

Entre los dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora